lunes, 22 de marzo de 2010

72.

perigeo.(Del adj. gr. περίγειος).

1. m. Astr. Punto más próximo a la Tierra de la órbita de un astro o un satélite artificial.

Viajaba lento en su apogeo. En ese instante, la vida dio un vuelco y la materia se tornó en una inmensa capa de antigravedad y todo se dispersó: las partituras cambiaron de lugar en el pentagrama y los rostros se volvieron del color de las entrañas. En ese momento, cuando la luz se pintaba de rojo, alguien tiró de la razón y se derramó en un punto de la Tierra el despertar de toda una generación de soñadores. En el perigeo quedaron los que no habían sabido alcanzar la Luna.

71.

crepitar.(Del fr. crépiter, y este del lat. crepitāre).

1. intr. Producir sonidos repetidos, rápidos y secos, como el de la sal en el fuego.

Y no sé que tiene el fuego pero me recuerda a la vida. Seguramente, comenzó en una tarde de tormenta, justo cuando todos hacían pompas de jabón en el campo e intetaban viajar con ellas hasta Portugal siguiendo la ya conocida ruta Lisboa-Madrid. Seguramente, al principio se arrimaron al fuego para secar sus ropas y en ese instante nació la filosofía de toda una vida apaciguada de saberes. Seguramente, al sentir el crepitar de la madera incandescente, se preguntaron quiénes eran. Seguramente yo estaba allí, moviendo la leña de un lado a otro; como la vida, para que no se apague.

miércoles, 17 de marzo de 2010

70.

embaír.(Del lat. invadĕre).

1. tr. defect. Ofuscar, embaucar, hacer creer lo que no es.
2. tr. defect. ant. Atropellar, maltratar.
3. tr. defect. ant. Avergonzar, confundir.
4. prnl. defect. Sal. Entretenerse en alguna ocupación o diversión.

Y dícese llamar mago por sus falacias, sin saber que la ilusión no consisite más que en tener la virtud de la verdad y el defecto de ser incapaz de mentir.

martes, 16 de marzo de 2010

V

Un lugar entre montañas pintadas de verde y roca. En un humilde valle recorrido por aguaceros de historia y dialectos de antaño. Sus ojos, incansables, miran al viajero que llega y asombrado abre una botella de vino junto a un arroyo. Es difícil sentirse acogido; los que llegan invitados sienten celos infantiles por V, creyendo que este lugar mágico ocupa el alma de los que allí nacieron sin dejarles ser partícipes de su grandeza. Sólo, si el caminante es capaz de teñirse de humildad, se empapa su pecho de la verdadera alma de este valle. Y es extraño y dulce al mismo tiempo, es capaz de atrapar desde lejos y hacer que sus árboles se llenen de palabras hermosas. Y es arte, los que en el viven en V poseen el don de la magia y de la invisibilidad, se transforman en hombres y mujeres errantes de caminos rojizos y empedrados. Y lo que surge en V es imposible de ser borrado por el tiempo, porque el tiempo se detiene entre las calles largas y empinadas que hacen colgar a sus casas de millones de ilusiones que permanecen intactas en la memoria.
Siento la necesidad de conocer V, o rara vez estuve allí, lo sé. No, si hubieras pisado sus empedradas calles lo recordarías, no se olvida nunca el lugar en el quese añora nacer y morir.

lunes, 15 de marzo de 2010

69.

almoneda. (Del ár. hisp. almunáda, y este del ár. clás. munādāh).

1. f. Venta pública de bienes muebles con licitación y puja.
2. f. Venta de géneros que se anuncian a bajo precio.
3. f. Local donde se realiza esta venta.

"Yo tenía un botón sin ojal, un gusano de seda,
medio par de zapatos de clown y un alma en almoneda,
una hispano olivetti con caries, un tren con retraso,
un carné del Atleti, una cara de culo de vaso,
un colegio de pago, un compás, una mesa camilla,
una nuez, o bocado de Adán, menos una costilla,
una bici diabética, un cúmulo, un cirro, una strato,
un camello del rey Baltasar, una gata sin gato,
mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy, las damas primero,
mi Cantinflas, mi Bola de Nieve, mis tres Mosqueteros,
mi Tintín, mi yo-yo, mi azulete, mi siete de copas,
el zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa.

Mi escondite, mi clave de sol, mi reloj de pulsera,
una lámpara de Alí Babá dentro de una chistera,
no sabía que la primavera duraba un segundo,
yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

Les presento a mi abuelo bastardo, a mi esposa soltera,
al padrino que me apadrinó en la legión extranjera,
a mi hermano gemelo, patrón de la merca ambulante,
a Simbad el marino que tuvo un sobrino cantante,
al putón de mi prima Carlota y su perro salchicha,
a mi chupa de cota de mallas contra la desdicha,
mariposas que cazan en sueños los niños con granos
cuando sueñan que abrazan a Venus de Milo sin manos.

Me libré de los tontos por ciento, del cuento del bisnes,
dando clases en una academia de cantos de cisne,
con Simón de Cirene hice un tour por el monte Calvario,
¿qué harías tú si Adelita se fuera con un comisario?

Frente al cabo de poca esperanza arrié mi bandera,
si me pierdo de vista esperadme en la lista de espera,
heredé una botella de ron de un clochard moribundo,
olvidé la lección a la vuelta de un coma profundo.

Nunca pude cantar de un tirón
la canción de las babas del mar, del relámpago en vena,
de las lágrimas para llorar cuando valga la pena,
de la página encinta en el vientre de un bloc trotamundos,
de la gota de tinta en el himno de los iracundos.

Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo."

Letra: Joaquín Sabina
Música: Joaquín Sabina, Antonio García de Diego, Véliz y Pancho Varona
Disco: Dímelo en la Calle (2002)


68.

piola. (Del lat. *pediŏla, traba).

1. f. Cuerda delgada.
2. f. Mar. Cabo pequeño formado de dos o tres filásticas.
3. f. Mur. Especie de triquitraque.
--------------------------------------------------------------------------------
piola.

1. adj. coloq. Arg. y Ur. Simpático, de trato agradable. U. t. c. s.
2. adj. coloq. Arg. Astuto, listo

El sol se perdía en la calle León y él la esperaba en La Piola, impaciente, sentado en una de las mesas con un libro forrado con papel de aquel periódico chileno. No tardó mucho en aparecer; como siempre, venía en coche. Él oteó cada una de las prendas que llevaba  y por un momento la imaginó, ridícula, en mitad de la selva Lacandona y al rato, tras dejar delicadamente su abrigo sobre el respaldo, la intuyó sentada en aquel café parisino en el que hacía unos meses habían compartido cafés y arrumacos. Siempre había odiado París. Abrió el libro y comenzó a rasgar las hojas. Ella llamó al camarero con un gesto altivo y casi desquiciante. Él se levantó y dejó sobre la mesa un billete de diez. Ella apagó su cigarrillo sobre las tapas del libro. Él se marchó y ella ordenó las hojas cuidadosamente mientras terminaba su té.

67.

dingolondango.

1. m. coloq. Expresión cariñosa, mimo, halago, arrumaco. U. m. en pl.

Y concluyó el principio del formulario y se cerraron las ventanas de la que había sido su casa durante más de veinte años. Nunca hubo persianas y les costó elegir las cortinas del salón. Pero entre plato y plato, el sexo se volvía cada día más hermético. Se olvidaron de dingolondangos y llenaron las paredes de ofensas. Una gota de licor había dejado una mancha, junto a la chimenea, que era imposible elimnar ni con el más eficaz de los limpiadores de manchas de licor. Esas no se olvidan tan fácilmente, se decía. Y el aburrimiento necesario pudo con ellos, con aquel lugar estrecho, con las paredes pintadas varias veces por el arrepentimiento y con las recetas de cocina repetidas. Y buscaron borrar la culpa de su monotonía en otras aficiones y volverse locos mutuamente. Y cayó el rayo en el mismo sitio, otra vez, y ocurrió lo que venía ocurriendo desde hacía ya muchos meses, ya tantos años y que era motivo de las frías camas y los tercos tragos de whisky, ocurrió que se puso en venta hasta el más ruin de los sentimientos y se alquilaron las pasiones al mejor postor. Todo por si acaso.

THE READER

Sin palabras, una vez más, sin palabras. Ahora rescato agunas que me brotan despues de haberte visto, otra vez. Y es que son tantas y tan hermosas las que en este trocito de vida aparecen, que me dejan muda. Y Homero, ¿dónde quedó Troya?, en tus ojos; Chéjov y aquel cuentito que inspiró al gran Mikhalkov en esa otra que me vuelve loca: "Corrió la voz de que por el malecón se había visto pasear a un nuevo personaje: la dama del perrito"; y esa otra: El amante de Lady Chatterley, que aparece en un suspiro de humedades en otra de tus escenas. Y tu final, trágico, lo imaginé distinto, así de nefelibata que es una.
Gran película y gran selección.
Y si tuviérais que elegir un libro, ¿cuál sería?

ESTRELLADA

No sé si es normal, no sé si es anormal (esta palabra siempre me recuerda a esa película), pero normalmente se me cruzan los pesamientos con unos y con otros, raramente, o no. Algunos dicen que eso es fruto de la dispersión de almas que, divididas por un extraño fenómeno, vagan por el cosmos y en un momento determinado de su existencia errante se funden en alguna estrella (lo cierto es que me lo acabo de inventar pero, suena bien, ¿verdad?). Pues anormalmente pienso lo mismo que tú y tú lo mismito que yo, y claro, como nos falta la estrella (esa nunca la hemos tenido), pues miramos hacia el mismo lugar que, normalmente es nuestra derecha y caminamos en el mismo lado (manías), y se curzan las galaxias en nuestros ojos y nos perdemos de vista por un momento. Pero en ese agujero negro, intemporal, absorvente, volvemos a coincidir en pensamientos dispersos que se vuelven a cruzar en sentimientos adversos. Vaya, yo que nunca creí en eso del destino y ahora me da por lo paranormal. Pero es muy fuerte, no sé si te das cuenta, y sí te das; te das la vuelta y sin mirar, mira lo que pasa. Vaya, yo que nunca supe de estrellas y ahora me oriento gracias a las tuyas, o no.

domingo, 14 de marzo de 2010

66.

nefelibata. (Formación culta del gr. νεφέλη, nube, y βάτης, nombre de agente, de βαίνω, andar).

1. adj. Dicho de una persona: Soñadora, que anda por las nubes. U. t. c. s.

Se conocieron en el cuarto capítulo, antes de que ella terminara de escribir y él dejara de tener tiempo para leer. Una vez más, las páginas habían volado del sofá a la cocina y luego hasta la cama. Todo parecía indicar que aquel invierno iba a ser el más frío de la década; desde que decidieron terminar con sus lecturas no había cesado de llover y el mundo parecía estar volviéndose loco y pequeño, húmedo. Los libros que habían perdido el norte encontraron un refugio en las costas del Atlántico y los más, habían salido camino del sur buscando algún rayo de sol que les devolviera la vida. Entre tanto, ya se había encalabrinado del próximo personaje de aquel viejo libro que le escribió por su cumpleaños y que veinte años más tarde había decidio leer.

viernes, 12 de marzo de 2010

65.

arpegio.(Del it. arpeggio).

1. m. Mús. Sucesión más o menos acelerada de los sonidos de un acorde.

"La otra desgracia fue el arpa. Un día, muy consciente de lo que quería decir, doña Blanca había dicho: “No creo en mujeres decentes que no sepan tocar el piano”. Fue una orden que hasta su hijo trató de discutir, pues los mejores años de su infancia habían transcurrido en las galeras de las clases de piano, aunque ya de adulto lo hubiera agradecido. No podía concebir a su esposa sometida a la misma condena, a los veinticinco años y con un carácter como el suyo. Pero lo único que obtuvo de su madre fue que cambiara el piano por el arpa, con el argumento pueril de que era el instrumento de los ángeles. Así fue como trajeron de Viena el arpa magnífica, que parecía de oro y que sonaba como si lo fuera, y que fue una de las reliquias más preciadas del Museo de la Ciudad, hasta que lo consumieron las llamas con todo lo que tenía dentro. Fermina Daza se sometió a esa condena de lujo tratando de impedir el naufragio con un sacrificio final. Empezó con un maestro de maestros que trajeron a propósito de la ciudad de Mompox, y que murió de repente a los quince días, y siguió por varios años con el músico mayor del seminario, cuyo aliento de sepulturero distorsionaba los arpegios."
Gabriel García Márquez. El amor en los tiempos del cólera.

64.

parangonar.(De paragonar).

1. tr. Hacer comparación de una cosa con otra.
2. tr. Impr. Justificar en una línea las letras, adornos, etc., de cuerpos desiguales.

paragonar.(Del it. paragonare, y este del gr. παρακονᾶν, aguzar).

1. tr. Comparar, parangonar.

"Recuerdo el gozo que me produjo este primer triunfo de mi honorabilidad. Nuca, hasta el momento, me llamaron de usted, y el hecho de que aquella mujer me parangonase en dignidad con mi tutor me ocasionó un íntimo regocijo."
Miguel Delibes. La sombra del ciprés es alargada.

63.

exinanido, da.(Del lat. exinanītus, part. pas. de exinanīre, consumir).

1. adj. p. us. Notablemente falto de vigor.

«La ciudad, ebria de luna, era un bello producto de contrastes. Brotaba de la tierra dibujada en claroscuros ofensivos. Era un espectáculo fosforescente y pálido, con algo de endeble, de exinanido y de nostálgico».

Miguel Delibes. La sombra del ciprés es alargada.

palabra cedida por Miguel S.L. El texto, de mis casuales lecuras.

HASTA SIEMPRE

Hay que ser valiente para saber esribir lo que dejaste escrito y para tener presente lo que tienen presentes tus palabras, tus párrafos, tus descripciones y, sobre todo, tus personajes. Y es que ya dijiste que murió antes el escritor que el hombre, y no creo que sea verdad. El arte nunca muere y las palabras quedan escritas en cada volumen, en cada rincón de tantas casas, colegio, instituciones, bibilotecas, librerías de siempre y, otras, quedan latentes para ser descubiertas por los que te leen, te admiran y hasta intentan seguir tus huellas; pero todas, aunque en el silencio, permanecen en el alma y en la mente.
Hasta siempre, Delibes

jueves, 11 de marzo de 2010

VIAJAR

Una de mis debilidades: viajar. Vivir otros mundos, otras vidas (de lo que hablábamos el sábado), descubrir, empaparte de otros, sentir que el gran mundo es tan pequeño, que está al alcance de la mano, que se siente accesiblemente sencillo y misterioso, que cambia, se mueve, te gira y que me vuelve loca viajar. Y ya estoy pensando a qué lugar del mapa marcharé, decidido. Y bucear en sus mares, pisar sus tierras de colores, leer lo que otros han escrito de aquel lugar o de este, sentir lo que han sentido, escuchar las palabras de los que allí habitan, sin estorbar, sin hacer ruido, despacito y sigilosamente, expectante de lo que habrá al cruzar la calle o al doblar la esquina (aunque a veces sea sorprendentemente aterrador), ser una más y dos menos, sentir sus canciones, sus bailes, su gastronomía, su forma de mirar, de reir o de llorar. Y es que, cuando se viaja, es bueno estar acompañado de algo de música. Y esto les dije a mis alumnos mientras rellenaba ese control de geografía al tiempo que sonaba Bach. Y me entendieron, y me miraron conocedores de la loca viajada qe tenían delante y se lanzaron a soñar con otros mares, en otros volcanes de otros continentes y cordilleras.
Viajar, vivir, soñar..., enamorarse de cada rincón descubierto y de los miles que quedan por descubrir. Y repetir lugares, pasado el tiempo, y mirar con ojos nuevos las grandezas y los cambios, ajenos o no al viajero.

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho. Miguel de Cervantes

Y te buscaré:

miércoles, 10 de marzo de 2010

BARROQUEANDO ANDO

Cambios,
sin cambiantes picardías que permanecen encendidas en lo alto del brocal.

Y si bien no hubiera pozo, ni lugar al que hondear,
no serían esos ojos los que me llevaran al mar,
ni serían las tantas medias de las tintas que me das,
saltando por estas palabras que me voy a naufragar.

Que repican, que ya suenan las campanas de u lugal en el valle en el que nacen ortiga y alcornocal.                                                                                               E.P






                                          
                                                                      

EL SECRETO DE SUS OJOS

Y terminé de verla y me quedé perpleja, sin poder articular palabra durante unos minutos que fueron eternos. Por mi cabeza pasaron millones de ideas. Y debido al síndrome que me caracteriza, la olvidaré en unos meses pero nunca olvidaré el secreto que cada fotograma esconde en esta joya del cine argentino de producción uruguaya, y no podía ser de otro modo. Y sin ánimo de desvelar ninguno de estos secretos os invito a que disfrutéis, si aun no lo habéis hecho, de esta película y luego hablamos. Que da para muchas palabras y trata, en un guion perfectamente estructurado, de tanto que se me escapan las ideas en las paginas de este rinconcito. Una subtrama que bien podría asemejarse a esa joyita del Gabo y una historia tan humana y cruda como lo es la propia vida y la no menos insignificante muerte.

Ahí va un plano secuencia de no menos que cinco minutos:

AY PENA, PENITA, PENA

"Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir. La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. (...) La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tiene la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. (...)Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. (...)Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores."

Milán Kundera

Conozco a personas de todas las categorías que describe Kundera en este acierto que es La insoportable levedad del ser.

Me llaman la atención la segunda y la primera categoría e identificaría a más de uno en ella. Me creo en la tercera y en la cuarta.

Cada cual que elija desde dónde y hacia dónde quieren que le miren. Que elija, sobretodo, el lugar al que quiere mirar porque allí estará el reflejo de lo que es.

E.P

martes, 9 de marzo de 2010

62.

pergeño.(Del lat. per, por, y genĭum, disposición).

1. m. Traza, apariencia, disposición exterior de alguien o algo.

Las apariencias engañan tanto que los más insignificantes ápices de elocuencia se vuelven invisibles ante los ojos de los que no quieren ver. Y podría añadir que, entre pitos y flautas y palabras o palabrotas, falta lo mejor de aquellos días para eximir al que pudo tenerlo todo y no supo apreciarlo.

61.

pignorar.(Del lat. pignorāre).

1. tr. Dar o dejar en prenda.

Que no es lo mismo dejar en prenda que prendado, o aprender del que da prenda

P

Y perdidos los billetes de ida y vuelta, el pasaporte al mal humor y las desgracias abocadas a las vidas de otros necios, se llega a P y se vuelve uno loco intentando entrar y más loco aun siendo incapaz de salir. Y es que P tiene dos caras locas, dos caraduras y dos o más misterios por resolver. Y está plagada de piratas y conjuros, cargada de absurdos malentendidos y vacía de rencor. Y el inepto viajero que llega con sueños a medida se da de bruces contra el cristal que rodea el centro histórico de P y al que sólo se accede a través de la sinceridad. Y los rayos que no cesan de golpear sus cabañas de adobe se van a atormentar a otras islas; y es que no lo dije, pero P está ubicada en el centro del archipiélago de los que no cuentan hasta más de tres para hacer algo. Y son las prisas de P las que avanzan calle arriba y ruedan callejón abajo y se prolongan en el tiempo y se arraigan en el síndrome de los que en P habitan: olvidar en menos de un día lo que estaba esrito y escribir lo que no sucederá en más de una pared. Y un equipo de hombres de blanco franquean al acecho las pupilas del viajero y los flancos de las naves olvidadas.
Valiente, ánimo al llegar a P que hace falta poquito para quedarse.

60.

espiráculo

1. m. Zool. Orificio respiratorio externo de muchos artrópodos terrestres y algunos vertebrados acuáticos.

Quién le iba a decir a Gepeto que serviría de alimento a aquella ballena. Y es que las ballenas no entienden de bienes y males. Las ballenas no saben de carpinteros que crean muñecos de madera y dan vida a los sueños. Las ballenas son amigas de los piratas que surcan los mares en barcos de acero inoxidable. Menos mal que Pinocho es italiano y flota en el agua, que el agua flota con Pinocho y que las ballenas dejan salir por su espiráculo los sueños de los que no quieren ser marionetas de cartón.

sábado, 6 de marzo de 2010

59.

zalbo, ba.(De haz, cara, y albo, blanco).

1. adj. coloq. rur. Vall. Dicho de una oveja: Que tiene toda la cara blanca.

La oveja merina dejó de ser la mayor y pasó a perderse entre el rebaño zalbo al caer un cuento entre sus patas. Las ovejas negras son malinterpretadas y poco comprendidas entre los rebaños lanosos.

jueves, 4 de marzo de 2010

VIVIR PARA CONTARLA

Aquí os dejo la experiencia que a la prieto grande, por desgracia, le ha tocado vivir. Me quedo con algunas reflexiones que mi hermana hace desde esta terrible situación que una vez más se ha dado al otro lado y que tiene que afectarnos a todos como les ha afectado a los que dejan toda una vida entre pedazos de lo material.

Espero que os haga llegar hasta ese lado:

"Quiero decir antes que nada que estamos todos bien. Tanto yo como las casi 70 personas, todas ellas ponentes y organizadores de CILELIJ, autores, ilustradores, catedráticos y expertos en literatura infantil y juvenil, chilenos, argentinos, brasileños, mexicanos, peruanos, guatemaltecos, venezolanos, ecuatorianos, colombianos, costarricenses, puertorriqueños, dominicanos y españoles, que nos alojamos en el Hotel Plaza San Francisco, en pleno de centro de Santiago de Chile.


Nos tocó el pinche terremoto, no más.

A las 3.40 aproximadamente de la madrugada del sábado 27 de febrero, todo empezó a moverse. Estaba dormida, como un tronco, pues me había acostado tarde, llevábamos cuatro días en Chile, tres de intensas jornadas de trabajo, y el cansancio ya se hacía notar. Al principio, aún acostada, no sabía muy bien qué ocurría. Mi mente saltó como un rayo y una voz en mi interior dijo algo así como “Carajo, no puede ser”,
pero mi cuerpo fue arrastrado detrás de la voz, fuera de la cama, encendí la luz al tiempo que me levantaba y me di cuenta de que sí, realmente estaba ocurriendo. Todo se movía a mi alrededor y mi corazón empezó a latir a mil por hora al tiempo que mis piernas, que no mi cabeza, me llevaban directa, descalza, desprotegida, al peor sitio al que podía dirigirme: la terraza de mi habitación del hotel, la 506.


Abrí la puerta, una enorme cristalera que podía haber cedido y haberme caído encima con consecuencias desastrosas, en mitad del temblor, enorme, descomunal, terrorífico, que no paraba, a pesar de que ya me había dado tiempo a llevar a cabo todo este recorrido.

Una vez fuera, miré a mi alrededor entre aterrorizada e incrédula. No, a mí no. Ahora no. Esto no puede estar pasando… pero sí, allá afuera todo temblaba también, se escuchaba un ruido estremecedor, no muy fuerte, pero aterrador. De objetos moviéndose, del edificio moviéndose, del mundo moviéndose como si todo fuera a derrumbarse a mi alrededor. Fueron unos segundos, pero pude sentir todo el poder destructor de la tierra, con un sentimiento de impotencia infinita y casi un adiós en la mente.

No sé si recé, supliqué, o simplemente me quedé paralizada, pero pedí de algún modo que aquello terminara, YA, como fuera… y ocurrió. De repente, el silencio, solo oía el jadeo seco de mi garganta y el latido atronador de mi corazón. Algunas columnas de humo se percibían en el horizonte, fruto del estallido de algunas de las farolas de la calle. Me di la vuelta y entré de nuevo en la habitación, vi el mueble bar abierto con algunas botellas esparcidas por el suelo… y nada más. Por suerte mi habitación no había sufrido más destrozos, al menos visibles, pues más tarde pude comprobar como todas las losas de la pared del baño se habían derrumbado sobre la bañera.

En ese momento me asomé al pasillo y grite algo así como “Hola, hay alguien? Qué ha pasado?” aún incrédula de la magnitud de lo que acababa de ocurrir. Entonces escuché cómo la gente salía de sus habitaciones y entendí que había que salir de allí cuanto antes, pero aún así entre en la habitación, me vestí. Solo llevaba una camiseta de dormir, y mi ropa interior, así que me puse, todo lo rápido que pude, un pantalón, cogí mi bolso, mis teléfonos móviles, los dos, e incluso saqué la llave de la habitación de su ranura al lado de la puerta y cerré al salir, con total normalidad. Ya en la escalera, me di cuenta de que todos los que salían lo hacían, aunque con bastante orden y en relativa calma, con expresiones que oscilaban entre el miedo, el estupor, y la incredulidad en sus rostros.

Todos acabamos en el exterior del hotel, compartiendo lo ocurrido, durante horas, algunos simplemente en ropa interior o pijama, pues salieron corriendo escaleras abajo nada más sentir los primeros embates, descalzos, o con cualquier cosa que pudieron agarrar en plena escapada. Otros, los menos, vestidos de forma impecable, como recién salidos de la oficina a las tres de la tarde.

Aquello había terminado, y de forma satisfactoria, al menos para nosotros, ya que en seguida el personal del hotel, valiente, impecable, empezó a recorrer las habitaciones y comprobar que nadie había sufrido daños. Hubo quien siguió durmiendo después del temblor, tan felices en su ignorancia de qué era aquello que les había despertado por unos instantes. O simplemente pensando que este es un país sísmico, que estas cosas ocurren, y no hay que alarmarse, sin medir la magnitud del suceso.

Los de fuera no pudimos pegar ojo, ni entrar siquiera en el lobby del hotel, hasta que amaneció, ya que todos seguíamos teniendo en la mente la imagen de edificios derribados, personas sepultadas… horror, al fin. Incluso el repertorio de reacciones varias y extrañas, el nerviosismo y cierto desconocimiento, nos llevaron a hacer chistes sobre lo ocurrido, buscando el lado anecdótico, extravagante, que quitara peso al pánico, y nos hiciera reír y charlar y animarnos unos a otros. Se hicieron fotos, se compartieron experiencias, reacciones, impresiones, conocimientos varios y variados de qué hay que hacer y no hacer en este tipo de situaciones, llamadas a familiares, informaciones diversas de fuentes variopintas y todo tipo de especulaciones sobre lo ocurrido, el dónde, el cómo, el qué, el cuándo…

Todo lo que quedaba de ese largo sábado de febrero, caluroso aún, finales del verano chileno, fue una mezcla de caos y calma tensa, en el que afloraron los caracteres y virtudes de cada cual, en general el sentimiento de solidaridad, ayuda, y toma de posiciones ante lo ocurrido. Desde los pegados minuto a minuto a la CNN, hasta los que siguieron con su vida normal, tal y como estaba planificada, porque no debemos dejar que estas cosas nos paralicen y nos bloqueen. Pasando por un curioso elenco de actitudes tipo organizador nato, psicólogo ocasional, voluntario de ONG, aventurero de reality, periodista sagaz, valiente impasible, incluso dormilón empedernido o trabajador incansable.
Es increíble cómo en los momentos más complicados sale fuera lo mejor, y lo peor, de nosotros mismos. Nos quitamos la máscara, un poco, y nos dejamos ver más allá del “hola cómo estás” nuestro de cada día. En general, la actitud de todo el mundo, entre el shock y la alegría (por haber vivido para contarla), fue serena y contenida. Mezcladas informaciones contradictorias, dificultades para comunicar con familiares y amigos, y una angustia presente y consciente entre todos nosotros, aunque siempre disimulada: el terror a las réplicas, que como neófitos terremotísticos, no sabíamos muy bien, la mayoría, qué significaban y hasta qué punto podían llegar a reproducir la situación vivida, con iguales o peores consecuencias, ya que desconocíamos los daños reales del edifico, los estructurales, y su capacidad de reacción ante nuevas sacudidas.

Un día largísimo en el que la mayoría de nosotros no durmió ni un solo minuto hasta altas horas de la madrugada siguiente, buscando que el agotamiento nos permitiera caer rendidos y que la mente pudiera desconectar un poco de lo ocurrido.

Yo solo puedo decir que subí en dos ocasiones a mi habitación, una al amanecer, para coger algo de abrigo y mi pasaporte, por si acaso. Y la otra por la mañana, en la que intenté tener mi maleta lista con la vana esperanza de que mi vuelo, previsto para la misma tarde del sábado, me sacara de aquel lugar. Pero fui incapaz, porque las manos me temblaban y el corazón se me aceleraba de nuevo nada más entrar en la habitación, lugar de los hechos.

Enseguida decidí que ni loca dormiría esa noche “ahí arriba”, tan lejos del suelo, de la puerta de la calle, del espacio que me permitía no sentirme atrapada como en una ratonera. Así que esa noche, la primera, improvisamos un divertido campamento con colchonetas tiradas por el suelo de un salón del segundo piso del hotel, donde acabamos varias féminas, ya como amigas de toda la vida, y algunos caballeros que se unieron a lo largo de la noche, con discreción y respeto, porque producía bastante paz y relax ver que alguien podía dormir en plan comuna y más o menos plácidamente en aquellos momentos tan delirantes.

A eso de las 6 de la mañana, tras un sueño profundo y edificante, me despertó otro “temblorcito”, que casi ni identifiqué como tal, aunque luego me confirmaron que había sido bastante contundente, y ya no podía conciliar el sueño, así que pensé regresar al lobby para intentar recuperar allí el sueño y terminar de descansar. Al llegar el espectáculo me resultó bastante chocante. Por un lado, los empleados del hotel, despiertos, de pie o paseando. Algunos no habían parado de trabajar en todo el día. Por otro, los clientes del hotel, tirados por todos los sillones y rincones, con mantas y almohadas en plan refugiados en polideportivo tras sufrir enorme desgracia (entre los cuales me incluía, por supuesto).

Esta visión me hizo pensar en que somos todos, al fin y al cabo, un poco histéricos, y en lo extraño que es el mundo. Nosotros estamos bien, en un buen hotel, con todas las comodidades, al que ni tan siquiera se le fue la luz ni el agua, preocupadísimos por nuestra falta de conexión a Internet, el mal funcionamiento de nuestros celulares, y el cierre del aeropuerto que nos impide regresar a nuestros cómodos y mucho menos “movidos” hogares. Y los empleados del hotel, chilenos todos, son los que realmente están viviendo la tragedia. Su país es el atacado, el castigado, el destruido. Sus familiares y amigos los que pueden haber perecido en el sur, en Concepción y alrededores, en el epicentro de la devastación. Es difícil juzgar a los atacados por una experiencia traumática como esta (nosotros), pero es doloroso presenciar y vivir cómo aquellos otros, que también la sufrieron, no les quede otra que seguir adelante y encima preocuparse por el bienestar de un puñado de señores y señoras que no conocen de nada. C’est la vie.

Poco a poco ha ido volviendo la normalidad, entre temblor y temblor, seguimos con algunas risas, y la prioridad de organizar la salida de todos los que nos acompañan, de tantos países, y la nuestra también. Mañana, martes, parece que ya sabremos algo con mayor seguridad (hasta hoy las noticias cambiaban continuamente) porque o bien salimos del país en autobús, por Argentina, en un largo viaje cruzando la cordillera de los Andes hasta una ciudad llamad Mendoza, a casi 1.000 km de Buenos Aires, de la que saldríamos en avión a la capital, y de allí a Madrid, o bien seamos “admitidos” en un avión de la embajada española, que sale mañana a Madrid con diferentes autoridades.

Me voy a dormir porque mañana será un nuevo día largo y caluroso, y parece que bastante “movidito”.

He necesitado unos días para poder escribir esto. Estoy bien. Besos a todos
--
Ana

QUÉ ONDA

Buena onda, eso es. Últimamente me rozan vibraciones muy buenas, de esas que magnifican lo más sencillo, que dejan ver lo que está latente en la vida de todos y sólo hay que saber sacarlo a flote.

Esta mañana me desperté y el sol se colaba através de una inmensa niebla dejándome ser privilegiada espectadora del amanecer más hermoso. Así es que llegué tarde a trabajar, sin disculpa (o sí), pero merecedora de ello. Me encanta.

Son pequeñas cosas pero, el motor de las más grandes. Como aquel libro misteriosamente dedicado que te dejaron en la librería tras el recital de poesía de tu prima o esa ivitación en forma de mensaje: Compra el ABC de hoy. Mira la contraportada. La clave de esta noche esta en la última frase de la entrevista. Besos. Como aquella inesperada canción que sonó justo en el momento en el que el sol se ponía y la luna avanzaba, llena, en el cielo. Como ese avión que salía en ese momento y no en otro, cuando el resto iban llenos y la única salida era Sevilla. Como aquella tarde en la que no tenías fuego y te regalaron un mechero y una arriesgada proposición. Como aquel  collar por el que esuviste horas regateando y apareció colgado de su cuello cuando subió al coche. Como aquella vez que te subieron a lo alto de una montaña y te hicieron desenterrar algo que llevaba años escondido allí, solo para ti.

Como tantas y tantas historias que, buena onda, me rozan últimamente y es que no hay nada como ver cada mañana el amanecer para que te regale los mejores atardeceres, cada día.


miércoles, 3 de marzo de 2010

58.

perspicuo, cua.(Del lat. perspicŭus).

1. adj. Claro, transparente y terso.
2. adj. Dicho de una persona: Que se explica con claridad.
3. adj. Dicho del estilo: inteligible (‖ que puede ser entendido).

No pudo ser más perspicuo, o sí. Tan fácil como abrir la puerta a lo que estaba pasando y airear lo que nunca pasó. Temblando, aquella mañana como tantas mañanas antes de ir a trabajar o a lo que sea eso que hace cada día, descubrió que la claridad de lo que está escrito es más fuerte que cualquier palabra nocturna y baldía. Las palabras son fáciles cuando halagan, cuando enganchan, acarician o mullen. Cuando golpean, contumaces; cuando acechan al olvido y a la valentía, las palabras son silencios y cuesta tanto pronunciarlas como tanto cuesta reconocer que son de uno.
Pudo ser más hombre o más mujer, sí pero sobretodo pudo ser más perspicuo. ¿Qué se puede esperar del que tropieza dos veces en la misma piedra?, igual es piedra en el camino.

HÉROES

El tiempo, al final, nos da la razón y la sinrazón de tantas y tantas cábalas. Y el sol sale por donde tú quieras que salga. Y pasan los días, largos y cortos, pasan y se repite lo que tú deseas que se repita. Y de pronto, te descubres en esa foto, en esa historia, en aquella obra de teatro, en tal y cual película que nunca protagonizaste. Decepción. Y resulta que tengo, en el salón de casa, a Bogart y a la Bergman tirados en el suelo y sujetados, para que no salgan volando por la terraza, por uno del Gabo y otro de Hermann Hesse. Qué cosas, mire usted. Y los días, como son ahora más largos, pintan de colores la pared. Y entonces descubres que no puedes parar ese reloj si no es caminando del revés y con los ojos más pegados al suelo que tus piernas ves lo que siempre has querido ver y miles de cabezas no te lo permitían: Roma, séver led odot.  Y falta poco para que me transforme en clown y con mi nariz roja (la otra), cambien las sonrisas y los sueños. A por ello, a por Bogotá, a por todas, a por quedarmedondeestoy, a portillo y por si acaso esto no lo entiendes te lo dejo escrito en tu buzón.Y puedes querer ser un héroe o ser un humano como todos pero por dios, quítate esa careta.

martes, 2 de marzo de 2010

COLETA POETA

Recuerdo, como si fuera ayer, este libro de Gloria Fuertes que leía incesantemente, de noche y de día, durante mis añitos llenos de inocencia; en la cocina, en el salón, en mi habitación, en la terraza de aquella casa. Recuerdo sus dibujos en blanco y negro, su portada forrada con papel celofán, cada una de sus palabras perfectamente ordenadas dando saltos de un extremo a otro de las hojas. A veces pienso en cuánto influyen los primeros libros. Y si somos lo que leemos, pues yo soy un poco de Gloria Fuertes, del Pirata Garrapata, del Pequeño Vampiro..., lo bueno es que aún los conservo casi todos.

Hoy os presento a COLETA POETA:


Coleta
es una niña que nació
en un pueblo de España.

No sé si es andaluza,
norteña, extremeña o maña.
maña, para inventar inventos,
poesías y cuentos.

Se llama COLETA porque
va peinada con coleta,
y así la empezaron a llamar donde nació
(y ya sabéis cómo son en los pueblos).

Se apellida Poeta,
porque Coleta es poeta.

Coleta se crió con su abuela Calixta
Que también era muy lista-.

Cuando vino del pueblo, Coleta
vestía de paleta
ahora viste como cualquier niño-.

Coleta tiene el pelo largo
y el flequillo corto.

Coleta tiene los ojos grandes
y los pies pequeños.

Coleta tiene
un cuento en la mano.

Coleta tiene
un corazón como un piano.






57.

hipocorístico, ca.(Del gr. ὑποκοριστικός, acariciador).

1. adj. Gram. Dicho de un nombre: Que, en forma diminutiva, abreviada o infantil, se usa como designación cariñosa, familiar o eufemística; p. ej., Pepe, Charo. U. t. c. s. m.

Y como era tan pequeño de espíritu, decidió llamarle cuchifritín. Y así se dirigió a él durante todos aquellos años que pasaron juntos compartiendo dramas y comedias, montañas y mares, caricias y ademanes, películas de Truffaut y románticos paseos por los cementerios de Madrid.

lunes, 1 de marzo de 2010

ME QUEDO



Si es que no se puede ser tan de imágenes, tan de primeras y tan poco de palabra. Tan cambiante  y tan tranquilo. Me quedo con los silencios y con esta de Chopin. En el centenario de las ideas compartidas. En el mar de los tiovivos, en los miedos y en la injusticia del que viaja con los ojos cerrados y no quiere perderse nada. En el ahora sí, que antes no. En el terremoto de las historias con rencores y las paredes pintadas de idioteces. Me quedo con el imbécil que deje de leer porque ha perdido el tiempo en alguna estación. Con la tenacidad de las teclas del piano y con el no me atrevo.
Mejor te lo cuento luego, es que ahora tengo que irme, me falta una de tres por hacer en esta vida.

MISTERIOSAS VOCACIONES

No he podido evitar pensar en las Bovariadas al leer a Octavio Paz en la inaguración del  I Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) en Zacatecas, 1997.

Este año 2010 no ha podido ser en Valparaíso, mis condolencias a las víctimas de la catástrofe y a todo el pueblo chileno.

A los amantes de las palabras, disfrutad con esta magia:

"Las vocaciones son misteriosas: ¿por qué aquel dibuja incansablemente en su cuaderno escolar, el otro hace barquitos o aviones de papel, el de más allá construye canales y túneles en el jardín o ciudades de arena en la playa, el otro forma equipos de futbolistas y capitanea bandas de exploradores, o se encierra solo a resolver interminables rompecabezas? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que sabemos es que esas inclinaciones y aficiones se convierten, con los, años, en oficios, profesiones y destinos. El misterio de la vocación poética no es menos sino más enigmático. Comienza con un amor inusitado por las palabras, por su color, su sonido, su brillo y el abanico de significaciones que muestran cuando, al decirlas, pensamos en ellas y en lo que decimos. Este amor no tarda en convertirse en fascinación por el reverso del lenguaje, el silencio. Cada palabra, al mismo tiempo, dice y calla algo. Saberlo es lo que distingue al poeta de los filólogos y los gramáticos, de los oradores y los que practican las artes sutiles de la conversación. A diferencia de esos maestros del lenguaje, al poeta lo conocemos tanto por sus palabras como por sus silencios. Desde el principio el poeta sabe, obscuramente, que el silencio es inseparable de la palabra, es su tumba y su matriz, la letra que lo entierra y la tierra donde germina. Los hombres somos hijos de la palabra, ella es nuestra creación; también es nuestra creadora, sin ella no seríamos hombres. A su vez la palabra es hija del silencio: nace de sus profundidades, aparece por un instante y regresa a sus abismos.

Mi experiencia personal y, me atrevo a pensarlo, la de todos los poetas, confirma el doble sentimiento que me ata, desde mi adolescencia, al idioma que hablo. Mis años de peregrinación y vagabundeo por las selvas de la palabra son inseparables de mis travesías por los arenales del silencio. Las semillas de las palabras caen en la tierra del silencio y la cubren con una vegetación a veces delirante y otras geométrica. Mi amor por la palabra comenzó cuando oí hablar a mi abuelo y cantar a mi madre, pero también cuando los oí callar y quise descifrar o, más exactamente, deletrear su silencio. Las dos experiencias forman el nudo de que está hecha la convivencia humana: el decir y el escuchar. Por esto, el amor a nuestra lengua, que es palabra y es silencio, se confunde con el amor a nuestra gente, a nuestros muertos, los silenciosos y a nuestros hijos que aprenden a hablar. Todas las sociedades humanas comienzan y terminan con el intercambio verbal, con el decir y el escuchar. La vida de cada hombre es un largo y doble aprendizaje: saber decir y saber oír. El uno implica al otro: para saber decir hay que aprender a escuchar. Empezamos escuchando a la gente que nos rodea y así comenzamos a hablar con ellos y con nosotros mismos. Pronto, el círculo se ensancha y abarca no sólo a los vivos, sino a los muertos. Este aprendizaje insensiblemente nos inserta en una historia: somos los descendientes no sólo de una familia sino de un grupo, una tribu y una nación. A su vez, el pasado nos proyecta en el futuro. Somos los padres y los abuelos de otras generaciones que, a través de nosotros, aprenderán el arte de la convivencia humana: saber decir y saber escuchar. El lenguaje nos da el sentimiento y la conciencia de pertenecer a una comunidad. El espacio se ensancha y el tiempo se alarga: estamos unidos por la lengua a una tierra y a un tiempo. Somos una historia.

La experiencia que acabo toscamente de evocar es universal, pertenece a todos los hombres y a todos los tiempos, pero en el caso de las comunidades de habla castellana aparecen otras características que conviene destacar. Para todos los hombres y mujeres de nuestra lengua, la experiencia de pertenecer a una comunidad lingüística está unida a otra: esa comunidad se extiende más allá de las fronteras nacionales. Trátese de un argentino o de un español; de un chileno o de un mexicano, todos sabemos, desde nuestra niñez, que nuestra lengua nacional es también la de otras naciones; y hay algo más y no menos decisivo: nuestra lengua nació en otro continente, en España, hace muchos siglos. El castellano no sólo trasciende las fronteras geográficas sino las históricas, se hablaba antes de que nosotros, los hispanoamericanos, tuviésemos existencia histórica definida. En cierto modo, la lengua nos fundó o al menos hizo posible nuestro nacimiento como nación. Sin ella, nuestros pueblos no existirían o serían algo muy distinto a lo que son. El español nació en una región de la península ibérica y su historia, desde la Edad Media hasta el siglo XVI, fue la de una nación europea. Todo cambió con la aparición de América en el horizonte de España. El español del siglo XX no sería lo que es sin la influencia creadora de los pueblos americanos con sus diversas historias, psicologías y culturas. El castellano fue trasplantado a tierras americanas hace ya cinco siglos, y se ha convertido en la lengua de millones de personas. Ha experimentado cambios inmensos y, sin embargo, sustancialmente sigue siendo el mismo. El español del siglo XX, el que se habla y se escribe en Hispanoamérica y en España es muchos españoles, cada uno distinto y único, con su genio propio; no obstante, es el mismo en Sevilla, Santiago, La Habana. No es muchos árboles, es un solo árbol pero inmenso, con un follaje rico y variado, bajo el que verdean y florecen muchas ramas y ramajes. Cada uno de nosotros, los que hablamos español, es una hoja de ese árbol. ¿Pero realmente hablamos nuestra lengua? Más exacto sería decir que ella habla a través de nosotros. Los que hoy hablamos castellano somos una palpitación en el fluir milenario de nuestra lengua.

Se dice con frecuencia que la misión del escritor es expresar la realidad de su mundo y su gente, es cierto, pero hay que añadir que, más que expresar, el escritor explora su realidad, la suya propia y la de su tiempo. Su exploración comienza y termina con el lenguaje. ¿Qué dice realmente la gente? El poeta y el novelista descifra el habla colectiva y descubre la verdad escondida de aquello que decimos y de aquello que callamos. El escritor dice, literalmente, lo indecible, lo no dicho, lo que nadie quiere o puede decir. De ahí que todas las grandes obras literarias sean cables de alta tensión, no eléctrica sino moral, estética y crítica. Su energía es destructora y creadora, pues sus poderes de reconciliación con la terrible realidad humana no son menos poderosos que su potencia subversiva. La gran literatura es generosa, cicatriza todas las heridas, cura todas las llagas y aun en los momentos de humor más negro dice: sí a la vida.

Explorar la realidad humana, revelarla y reconciliarnos con nuestro destino terrestre sólo es la mitad de la tarea del escritor: el poeta y el novelista son inventores, creadores de realidades. El poema, el cuento, la novela, la tragedia y la comedia son, en el sentido propio de la palabra, fábulas: historias maravillosas en las que lo real y lo irreal se enlazan y confunden. Los gigantes que derriban a Don Quijote son molinos de viento y, simultáneamente, tienen la realidad terrible de los gigantes. Son invenciones literarias que nublan y disipan las fronteras entre ficción y realidad. La ironía del escritor destila irrealidad en lo real, realidad en lo irreal. La literatura de nuestra lengua, desde su nacimiento hasta nuestros días, ha sido una incesante invención de fábulas, que son reales aún en su misma irrealidad. Menéndez Pidal decía que el realismo era el rasgo que distinguía a la épica medieval española de la del resto de Europa. Verdad parcial y de la que me atrevo a disentir: en el realismo español, aun el más brutal, hay siempre una veta de fantasía.

La lengua es más vasta que la literatura. Es su origen, su manantial y su condición misma de existencia; sin lengua no habría literatura. El castellano contiene a todas las obras que se han escrito en nuestro idioma, desde las canciones de gesta y los romances, a las novelas y poemas contemporáneos; también a las que mañana escribirán unos autores que aún no nacen. Muchas naciones hablan el idioma castellano y lo identifican como su lengua maternal; sin embargo, ninguno de esos pueblos tiene derechos de exclusividad, y menos aún de propiedad. La lengua es de todos y es de nadie, ¿Y las normas que la rigen? Sí, nuestra lengua, como todas, posee un conjunto de reglas, pero esas reglas son flexibles y están sujetas a los usos y a las costumbres: el idioma que hablan los argentinos no es menos legítimo que el de los españoles, los peruanos, los venezolanos o los cubanos. Aunque todas esas hablas tienen características propias, sus singularidades y sus modismos se resuelven al fin en unidad. El idioma vive en perpetuo cambio y movimiento; esos cambios aseguran su continuidad, y ese movimiento, su permanencia. Gracias a sus variaciones, el español sigue siendo una lengua universal, capaz de albergar muchas singularidades y el genio de muchos pueblos.

Tal vez sea oportuno señalar aquí, de paso, que precisamente la inmensa capacidad de cambio que posee el lenguaje humano le da un lugar único en los sistemas de comunicación del universo, desde los de las células a los de los átomos y los astros. Hasta donde sabemos, esos sistemas son circuitos cerrados; entre la transformación de los glóbulos rojos en blancos y viceversa, en la circulación de la sangre, y la de los planetas alrededor del sol, por ejemplo, no hay, en el sentido propio de la palabra, comunicación. Cada sistema, además, obedece a un programa fijo y sin variaciones. Trátese de la información genética o de las numerosas interacciones entre las partículas elementales o en los sistemas solares que contiene el universo, los mensajes y sus modos de transmisión son siempre los mismos. Cierto, todos los sistemas conocen mutaciones —su función, justamente, en la mayoría de los casos, consiste en causarlas o producirlas— pero esos cambios son parte del sistema o se integran a él rápidamente. Cualesquiera que sean su duración y sus mutaciones, los sistemas no tienen historia. Ocurre lo contrario con el lenguaje humano: su proceso es imprevisible y no está fijado de antemano; es una diaria invención, el resultado de una continua adaptación a las circunstancias y a los cambios de aquellos que, al usarlo, lo inventan: los hombres.

El lenguaje está abierto al universo y es uno de sus productos prodigiosos, pero igualmente por sí mismo es un universo. Si queremos pensar, vislumbrar siquiera el universo, tenemos que hacerlo a través del lenguaje, en nuestro caso, a través del español. La palabra es nuestra morada, en ella nacimos y en ella moriremos; ella nos reúne y nos da conciencia de lo que somos y de nuestra historia; acorta las distancias que nos separan y atenúa las diferencias que nos oponen. Nos junta pero no nos aísla, sus muros son transparentes y a través de esas paredes diáfanas vemos al mundo y conocemos a los hombres que hablan en otras lenguas. A veces logramos entendernos con ellos y así nos enriquecemos espiritualmente. Nos reconocemos, incluso, en lo que nos separa del resto de los hombres. Estas diferencias nos muestran la increíble diversidad de la especie humana y simultáneamente su unidad esencial. Descubrimos así una verdad simple y doble: primero, somos una comunidad de pueblos que habla la misma lengua y segundo, hablarla es una manera, entre otras, de ser hombre. La lengua es un signo, el signo mayor de nuestra condición humana.

Octavio Paz. Premio Nobel de Literatura 1990




56.

sicalipsis. (Del gr. σῦκον, higo, y ἄλειψις, acción de untar, frotar).

1. f. Malicia sexual, picardía erótica.

"Era muy hábil en el manejo de la ironía, o como se dice en el lenguaje vernacular, tomaba el pelo a la gente sin que la gente se enterara.
Un crítico, que tenía una fama y unas orejas detestables, habló así:
- Estamos en unos tiempos de claudicaciones, transacciones y corruptelas vergonzosas.
- Vamos a ver, Don José, que sepamos por qué son estos tiempos tan claudicantes y transitorios- dijo Pérez de Toledo.
- ¿Le parece a usted, Alfonso? ¿No se ha enterado que mañana debuta en el teatro Príncipe, un teatro serio, esa cupletista llamada Antígona? Es una claudicacón vergonzosa, si levantara la cabeza Calderón, o Lope, o Tirso...
- Esa tal Antígona es tan rica hembra que sería capaz de conseguirlo.
- ¿Conseguir qué?
- Lo que se proponga, Don José.
- Estamos en la edad de la sicalipsis, está visto- concluyó el crítico."

Ramón Pérez de Ayala. Troteras y danzaderas