domingo, 29 de noviembre de 2009

CHABUCA GRANDA

Los sueños tienen la importancia que les demos según sean recordados o no. Hay sueños soñados que se escuhan como susurros en la mañana y sueños vividos a los que no hacemos el caso que debemos. Cardo o ceniza, dice Chabuca en su canción, y yo sueño con que sea real y la veo cerca, mi corazón.y la sed que me quema. Y es que en los sueños, tanto de vida y canción, esos gemidos y esos gritos, tanto de amor y avergonzada. ¿Qué le vamos a hacer? Voces quebradas, priapismos y yo qué sé que más de todo y nada. Pues soñando y viviendo se pasa el rato y vemos lo que queremos y no queremos soñar lo que vivimos. Y hay pesadillas, las menos y mentiras, las más o menos nada. Y nunca terminaré de entender si lo que vives es lo que quieres o quieres vivir lo que no sueñas o deseaste que así fuera. Mejor no mirar, no verlo y despertar y darte cuenta de que el tiempo que soñaste haber vivido no fue más que el que perdiste despertando.

Prima, mucho que decir y que escribir desde Macondo. Volveré y nos encontraremos con la ahora Lhamo Tsering, en el camino del Dharma, hasta su despertar, que será el nuestro.

lunes, 16 de noviembre de 2009

A MI-GO

Pues eso, ¿cómo es la vida?, de colores. Guayaquil. Un vuelco y nada más que hacer, empezar, continuar, seguir creciendo. Tan llenos de luz y tan vacíos de pasado. Por ti, por mi, por si acaso. Entropía y vendedores de pasiones que en este absurdo se vuelven grandes señores de las palabras. Seis vivencias, tres capítulos, cuatro tés, algún cigarro y amanece en Madrid, de nuevo. Desde tiempos de Galileo no se sucedieron estrellas más brillantes en mi cielo. Pues eso, ¿cómo es la muerte?, de colores a-mi-go.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

ENTROPÍA

En este conticinio, me desato, me arrebato, me delezno en las palabras.

Desaparecerá diciembre.

Ahí va tu fábula:

Cada vez que abría la puerta se colaba una idea por su ventana. Si cerraba la ventana, por la puerta se colaban sentimientos. Así es que decidió vivir en un piso interior, opaco, con acceso desde ninguna parte. En su casa, diáfana y con terrazas, colgó un cartel: se vende por si acaso.

ANTIGUA


E.P

Llego desde Atitlán. ¿Tú no estabas en México? Sí, pero cambié de planes. Alguien me trajo hasta aquí. ¿Alquien? Sí, tuvieron la culpa unos versos que leí en San Cristobal, ¡ah!, y tus cuentitos, escritor de brevedades. Luego vuelvo, lindo y querido, hay tiempo. Este país aun llora su miseria. Guate-Guate. Pues me subo. Yo me bajo aquí, conducen como locos y paso de más adelantamientos suicidas. ¿Cuánto queda para Antigua? Pues eso, una eternidad y yo con el estómago vacío. Unos tamales y tirando, que se nos hace de noche. Increíble, hemos llegado. Me quedaría aquí varios meses, hay tanto que hacer en ti, ciudad. Todo está como lo dejaron. Mira, suena música por aquella esquina, y por aquella y por esta otra. En esta plaza me siento como en casa. Este hotel me viene bien. Precioso, mira qué patio, qué flores. Paseito nocturno. Ve con cuidado. Cena. ¿Y tú qué haces aquí, no tenías que estar en México? Ya, es que me desvié unos kilómetros y crucé la frontera. Cómo has cambiado. Yo también. Mira este edificio y el otro y aquel. Dibuja una estrella, ahí, junto a ese arco. Me rodean volcanes. Popocatepec, qué bien lo aprediste. No, este es otro, Pacaya, rojo y furia entre nieblas y piedra negra. Estamos en Antigua, no lo olvides. Monterroso, seré como tú, cruzaré frontera y me quedaré aquí. Tengo algo de Maya, ¿qué no? Yo por el norte, tú por el sur. Luego no exiliamos al D.F. Ese niño tiene hambre y ese otro y aquel. Quiero quedarme aquí. Cuéntame un cuento, va, de esos breves. El tiempo se ha parado. Este año no habrá invierno, ni otoño. En Guatemala. Ahí te envío unos cuantos:

AUGUSTO MONTERROSO

martes, 3 de noviembre de 2009

DE RÍO A SAO LUIS

Gran ciudad, decadente. Olímpica. Ganadora. Los cariocas son increíbles, amables y hospitalarios. Sucede que me he enamorado de tus barrios: Ipanema, Copacavana, Leblón, Botafogo, Lapa y especialmente de Santa Teresa que tanto me recordó a mi Alfama. El Morro de Urca, el Pao de Açucar y el Cristo de Corcovado, desde estos lugares es imposible no quererte, a tus playas, a tus barrios agolpados entre montañas y mezclados con lujo y miseria. Las Favelas: haciéndose fuertes entre grandes edificios de oficinas y mezclando de colores los verdes paisajes de Río, escalando entre el lujo y la miseria. ¿Que me llevas a ver una? No, bonito, yo no he venido aquí a eso. Mezcla de razas y un gran abanico de olores y colores. El océano te invade, Río, y Río me atrapa, me empapa de dulce cachaça. Menuda resaca. Ayer tomamos mucho en la Laranja. Y te compro el Quijote en portugués, que sé que te gusta. Más a mi y no pienso hacer el calambur que esperas. Y el que espera, desepera. Sé que tengo que volver. Te siento mía, Río. Otro avión. Inmenso país. Sao Luis. En busca del rayo verde. Un día más. ¿Café? Está cerrado. ¿Cafetinho? Te acompaño. Te enseño la ciudad. Samba y más samba. Mejor no hablamos. ¿De qué? De nada. De que viviría aquí. Hola. Mezcla de raices. Te huelo, Amazonas, te siento en Belem. ¿No hablamos? Bailamos y esperamos a la luna. Aquí, impresionante. ¿Te parece? Te pareces a mi alma. África. Brasil. Y llego al Paraíso. Aquí empezó todo, seguro. La luz me ciega. Tu manto blanco, entre lagunas turquesas. Sahara, te recuerdo desde aquí, pero esto es increíble. No te pongas celosos. Rodamos y rodamos y rodamos y rodamos y nos empapamos en esta maravilla. No tengo palabras para describirte, no tengo fotos para recordarte, te guardo aquí, en mi alma. Me has cambiado, Maranhao. ¿Y ahora a dónde voy yo? La cruz del Sur. La estrella Polar. Un trillón de estrellas, desde un barco. Esto no está mal. Gracias, Brasil. Volveré a por lo que me dejé.

SMARA


E.P

Atardece en Ifni. Un camello se cruza en el camino. Una gasolinera abandonada y el depósito alarmante. Suerte Loca, eso sí. Y allí, junto al mar, sentimos el lamentar de todo un pueblo. Dormir acunados por las olas que rugen llevándose consigo, hacia dentro, muy adentro, los corazones de los que buscan mejores lugares con falsas esperanzas. Banderas absurdas, capitanes falsos y faros sin luz. Para qué. Kilómetros de playas hasta una frontera imaginaria en la que vivió un principito que tuvo que huir a las estrellas para buscar su lugar, sin saber que el lugar de los que huyen es su propia miseria. Por eso se quedaron ellos, los que pudieron. Los que no, luchan. Continuamos, más allá. Tierra de nadie, de olvidos y olvidados, lugares donde hay un único idioma y un lenguaje ambiguo y encerrado, secreto. ONU. En cada esquina, con el casco en su brazo, junto al arma. Alarma. ¿No estarán hablando de política? Los niños juegan al balón por las calles de Smara. Todo parece tan familiar. Lo fue. Lo olvidamos. Nadie quiere recordarlo. Para qué. Hammada. Inmensidad donde un día hubo mar. Controles militares. Trabajo. Pasaporte. Maletero. Vete a la mierda. Partido de fútbol, en la playa, sin distinciones. Atardece. Tan-Tan y a casa. Jalihanna, desde aquí no te olvidamos. Este años los reyes no vienen de Oriente.

SICILIA



E.P

En barco. Por la Eolias, desde el Tirreno. Palermo, bellísimo. Sobrevolarlo y sumergirse en su mercado, en sus calles, en sus miradores. Jugar a encontrarse en la cappella Palatina. En esos sitios no se corre. Lo sé, pero qué bien lo pasamos. Corleone, que me acuerdo de ti. En coche, qué locura, de arriba a abajo. Alrededor de un lago. Delfines saltando en Messina. Me enamoré de la primera, me sedujo la segunda y me volvió loca la tercera de tus partes, Coppola. A ver si se entera y no mete más la pata, capitán. Dieta mediterranea, de la buena. Belleza de tres culturas: viento de grecia, huracán de África, un soplo latino, ojos verdes, ardores del Etna. Rugidos y amenazas, aquí nos jugamos el tipo. ¿O no? Brucia la luna, volar en Vespa por Taormina - brucia la terra mia-al amanecer y marcharnos sin ver lo que estaba escrito. Bañarnos en un mar azul de piedras blancas, acantilados albinos. Preparar ñoquis mientras suena Mascagni, al anochecer. Perdernos y Palermo. Cenar en la playa. Me lo guardo para cuando volvamos e ju bruciu d’amuri

lunes, 2 de noviembre de 2009

LISBOA



E.P


Hoy me exilio a Lisboa. Yo no. Mi heterónimo. Y recorro las calles hasta Alfama y me siento en una terraza. Huelo el océano. En frente de mi un cartel en el que se anuncia La tempestad. Y recuerdo a Shakespeare y abro Othello. Y leo. To cool our raging motions. Comienza a llover. Me subo al 28. El Tajo. Me bajo. Ahí están sus sonidos. Los de Lisboa. Cierro los ojos. Yo no, lo olvidaba, mi heterónimo. Pessoa me susurra y Saramago me canta Ergo uma rosa, um corpo e um destino. Y me acuerdo de la Pagés. ¿Una lágrima? No, llueve en Lisboa. Y camino por una calle ancha y me cruzo por una estrecha y me encuentro conmigo, y me sonrío y me respondo con una mueca y corro como una niña desde Chiado. Me gusta esta ciudad. Decadente. Sé que a ti te gustaría. A ver si me encuentras. Al Viejo Estilo, pero sin pianista. Mi alter ego debe de andar perdido, por Belem, sentado junto a un muelle. Esperando. Y nos volvemos a encontrar. En plan Casablanca. Tu Rick y yo Elsa. Nunca haces planes con tanta antelación. Lo sé. Yo tampoco. Perdiste el avión, a mi me llevan sí o sí. Somos lo que nosotros mismos hemos decidido ser, lo dijo un inglés allá por el diecisiete. Vale, me quedo y cogemos el siguiente vuelo. Nada de nieblas ni de polis bajitos. Tu documetación, ah, ¿qué no tienes? Pues nos quedamos aquí a vivir. Un siglo puede ser suficiente, ¿te parece? Y desaparece, mi otro yo.

UN SEGUNDO

Cada segundo contó desde el primer minuto que viví a su lado. El tiempo no se detuvo y mi delicada memoria empezó a sellarse en sus palabras: una tras otra, vaivén de tic tacs con extrañas armonías que se remontaban a silencios y besos en un péndulo de caricias. Sentí miedo de sus segundos y decidí abandonar los días a su lado. Todo se detuvo y olvidé que el tiempo no puede contarse en tan poco espacio. Silencio.

Minutos llenos de lágrimas e impotencia y el teléfono sonó por última vez: Soy yo. ¡Era él!. El gris de sus recuerdos pulsó la tecla equivocada, o no.

Ahora, cuando el tiempo ha vuelto a sucederse en mi día a día, sé que una corta llamada sin respuesta es el mejor silencio.

BOVARIADAS

Cuando era una niña, mi abuela solía sentarme en sus rodillas y recitarme versos de niña.


Ahora, con el tiempo,
Ahora, con la vejez,
Ahora, en la enfermedad, mi abuela tiene rodillas ancianas y sus versos son lamentos.

Pero yo, ya menos niña y menos cuerda, tengo lamentos en mis versos y palabras mal sentadas.

Sucede que no quiero conocer a nadie,
Sucede que sé dónde encontrarte,
Sucede que ya no sucede más que lo que sucede en estos versos, en tus versos.

Cuando era una niña, mi abuela solía contarme que las estrellas se tocan y pueden ser robadas por niñas que sueñan ser niñas en versos que saben a verso.

Hoy, me gritan heraldos negros, mi Vallejo, desde tus rodillas. Me hablan de tu culpa empozada en tus ojos.

Prefiero ser niña y prefiero a mi abuela.

Usted disimule- me dijo.

Vale.

domingo, 1 de noviembre de 2009

ME ABURRÍ

Llega el momento en que una se cansa. Pues sí, se cansa o se aburre o sanseacabó. Y es que los cambios, vengan de dónde vengan, siempre son buenos o mejores. Se cambia de peinado, de casa, de coche, de ropa, de idea, se vuelve a cambiar. Y es que te cansas o te aburres tantas veces...


Y te cuento que sí, que me aburro pronto de algunas cosas.

Me aburro de la monotonía y de la simpleza de algunas situaciones o personas y lucho por no llegar a aburrirme de mi misma, díficil, a veces.

Me aburre la ciudad pero no puedo vivir sin mi Madrid. Me aburren las tiendas, la televisión, la gentuza, a veces la gente, pero no puedo vivir sin mis amigos y creo que ellos, a veces, me necesitan (aunque otras muchas les aburra). Me aburre hablar de dinero, me aburre hablar a quienes nunca entienden o quieren entender. Me aburren los hombres predecibles y los impredecibles terminan por resultarme aburridamente encantadores. Me aburren las cosas en su sitio y me aburren los sitios que ya hayan sido descubiertos por unos cuantos. Me aburren los anuncios, levantarme a la misma hora cada día, esperar. Me aburre La Sombra del Viento (lógico) y otros tontos, perdón, tantos. Me aburre el fútbol, me aburre la indecisión de los indecisos y la seguridad de los seguros. Me aburre el aburrimiento y el que no piensa más que en no aburrirse.

De lo que jamás me aburriré: de escuchar el mar, de ver reir a un niño, de una buena conversación con buenos amigos y una copita, de leer a gente inteligente, de la música, de pensar, de escribir, de hablar conmigo misma, de volar, de mi Valverde, de los que quiero, de una buena peli y de un libro de verdad.

Y lo dejo, por no aburrir. Y quien se aburra, que no lea, ea.