jueves, 21 de julio de 2011

2. ESTAR EN SILENCIO

Estar en silencio, todo en silencio. Y parece así que no se está o que se está más adentro. Si es opcional, el silencio, es bueno y sano y cura. Pero es difícil y cuanto más silencio más se agudiza el oído y parece que necesitamos escuchar. Difícil para los que solo se oyen a sí mismos, digo se oyen porque si lograran escucharse valorarían el silencio, a veces. Y estar en silencio es casi como no estar más que con uno mismo y alcanzas estar con otro cuando ese silencio se comparte, cara a cara. Y es bonito compartirlo. Lo rompe un suspiro, lo quiebra un carraspeo, pero si es acordado (en silencio), vale.

Y con tanto ruido, día a día, merece la pena aprovechar el verano para callarnos, solos o acompañados. Y descubrir que hay otros que hablan bajito y no se les oye y esos, los menos, tienen tanto que decir.



jueves, 14 de julio de 2011

1. SILENCIO

Qué es el silencio.
Es la falta de ruido, la usencia de palabra.
Tipos de silencio.
Diferentes silencios dan lugar a distintos tipos de comunicación. No existe incomunicación si hay silencio. El silencio puede tranquilizar, importunar, defraudar, irritar; sobretodo, el silencio, es una forma de expresión.
Por qué existe el silencio.
Digo yo que, será, porque alguien comenzó a nombrarlo con la intención de designar esa ausencia de ruido o de musicalidad o de palabra.
Me gusta estar en silencio.
A veces, cuando el silencio es una respuesta a mis palabras. A veces, para herir. A veces, cuando sueño, necesito que el silencio sea el protagonista. Cuando descanso.
Puede doler el silencio.
Sí, destruye.
Existen silencios de personas y personas en silencio.
Existen tantas como palabras y tan distintas como personas.

Pues vamos a ver, entonces, qué puede sentir el silencio...

martes, 26 de abril de 2011

POR VOS

Un día más, el capricho de la dama muerte se nos ha llevado una gran sonrisa y una gran mente; en definitiva, una gran persona y actriz: María Isbert. Que ya escasean, oiga, vale.

Y comiendo, de soslayo, en uno de esos lugares bizarros que tanto te gustan, de menú del día y mantel a cuadros, la he oído citar a Benavente y me ha sobrecogido pensar en la Felicidad y en los Ideales. Sí, en esos que perseguimos y proyectamos, a veces, olvidándonos de la realidad. Y con Pink Floyd de fondo y sus mil preguntas, me acuerdo de ti y repito el estribillo y se me hacen realidad los idelaes de que hoy estés aquí. Y de algún modo estás en cada palabra que escribo, en cada sueño, en cada ideal, en cada realidad. Y es que se va uno por la puerta grande, como los toreros buenos, con estilo, al escuchar cómo es posible llegar a los 94, a los 66, a los que sean, con el espíritu joven y la mente limpia de malos viajes no por no vividos sino por transformados y bien transmitidos.

Va por tí y por los que viven la felicidad sabiendo, como dice Jacinto, que alcanzarla no consiste en realizar los ideales, sino en idealizar la realidad.

Realmente, va por vos.


jueves, 14 de abril de 2011

LA LLEVAS

Abrir la ventana y que te salude el domingo, nostálgico del viernes. Recorrer el barrio en el que jugabas al escondite y esconderte de los que años más tarde te persiguen, sin contar hasta cien. Tú la llevas. La llevas cuando huele a tormenta de verano y te recuerda a tu pueblo en agosto, cuando plantas un pensamiento y lo dejas crecer a la luna, cuando escuchas a ese niño contar sus primeros chistes absurdos, cuando naufragas en aquellas fotos de tu viaje a Italia con diecisiete, cuando desempolvas el primer disfraz de cumpleaños, cuando te saltas ese semáforo porque la ciudad duerme, cuando escuchas a Elvis con el techo descubierto, cuando te dejas mojar por el pasado y el presente cuenta más que nada, cuando llevas horas esperando a que suene y suena, cuando recibes esa postal de aquella ciudad decadente, cuando miras la solución del crucigrama haciendo el pino, cuando vuelves a abrir ese libro y lees las anotaciones que él hizo, cuando pruebas lo que nadie aprueba y te gusta, cuando tú la llevas y ganas porque sólo tienes que pillarte a ti, cuando te saltas esa norma por anormal, cuando pasas de ir en el último momento, cuando decides dónde ir sin decirle a nadie donde está, cuando subastas esa metira y todos se la quedan, cuando te quitas el reloj y apagas el móvil, cuando el tiempo se detiene y el sol se va en esa playa portuguesa, cuando nunca te cansas de abrazos y te abrazan, cuando te despiertas y puedes seguir durmiendo, cuando recuerdas que hace años que se fue y lo habías olvidado, cuando el cuento cambia el principio por el final y el malo se vuelve bueno, cuando entras en esa papelería y todo te huele a palabras por escribir.

Y la llevas si olvidas abrir las cartas del banco, si te olvidas de la nómina, si dejas pasar ese avión porque se repite cada hora, si dejas para ese último momento ese primer beso, si saboreas lo que pocos aprecian por pequeño, por impredecible, porque sí.

Y vamos a llevarnos bien y a llevarla.

Tulallevas.

miércoles, 30 de marzo de 2011

HOY

En días como hoy (ya tú sabes) se me escurren las palabras y se cuelan por debajo de la puerta las malas ideas y las buenas (esas de antes) se confunden ingeniosamente con cada pulso que me echas. Y yo, que unas veces gano y otras (las más) salgo pitando a que me reconstruyan, termino haciéndole caso a las dos flores que cuelgan de mi puerta (raro en las flores) y compro billete de ida (que absurdez)
En días como hoy (más largos) solo deseo que llegue la noche y que se deje de oir eso que nadie quiere oir para que el tiempo (al detenerlo) me deje saber qué carajo es esto.
No entendiendo lo que escribo (ni lo que siento) me someto al centrifugado de mi lavadora y dando vueltas me dejo llevar hasta el otro lado del salón. Anda, desde aquí, las flores hablan en un lenguaje que no entiendo.
Para que lo entiendas, soy muy obediente.

martes, 15 de marzo de 2011

SIN ADITIVOS

Pues ocurren estas cosas, inesperadas, dolorosas, y uno cambia y se moldea como las rocas de un acantilado de esos que tanto me gusta recorrer sintiendo el salitre, oliendo a mar. Y suceden para que nos ratifiquemos, para que aprendamos a desprendernos de tanto que no nos sirve, para acercarnos a la verdad de la impermanencia que tan mal nos han enseñado a conocer, tan mal nos han enseñado a asumir cuando es imperdonable. Y suceden y el silencio y el miedo te envuelven y es entonces cuando debes saber buscarte y dejarte moldear por ese artista desconocido que no eres más que tú mismo. Y das un paso más y aprendes mil menos y abres la mano a lo que te llega y la cierras al apego absurdo de todo lo que te rodea. Por eso me gustan las mudanzas: siempre te dejan desprenderte, dolorosamente, de todo lo que debe impermanecer en tu vida para que te acerques sin saberlo (porque es así como se consigue) a ser feliz. Existe. Y entonces es cuando metes en una caja todo lo necesario para salir, si es que te toca salir o simplemente te apetece. Y aprendes a reducir esa caja hasta que entra un alfiler, hasta que dos te hagan elegir cuál llevarte. Por eso me gusta que mi maleta pese menos de ocho kilos y te quedes con la boca abierta al levantarla del mostrador de facturación. Ja. Y es cuando ocurren estas cosas, inesperadas, dolorosas e imperdonablemente impermanentes, cuando aprendes a distinguir quién es cada cual y hasta donde están o no contaminados los que nos rodean. Así es la impermanencia de la vida y la permanencia del espíritu del que desea conocerse y no se olvida: sin aditivos

                                                                              E.P

martes, 15 de febrero de 2011

UN MES MÁS

Mami, hace un mes que no estás, un mes raro de calor, de primavera, de recuerdos, de homenajes, de cambios, de lluvias ahora. Y se te echa tanto de menos..., tanto que te siento cerquita a cada rato, cogiéndome de la mano y llevándome y tirando de mis mejillas para que sonría y lo hago y pienso que así estás más contenta y yo lo intento, también. Y también todo va. Y me viene a la cabeza que cuando venga será mejor y entre vaivenes me llegan palabras extrañas, que no conocía, para describirme lo que siento y no, no son malas, mami, son como las tuyas: comprensivas, inteligentes, sinceras, dulces, palabras de consuelo, de amor, de cariño, de niña, de gran persona, de abrazos, apretadas, de amistad, en bajito, susurrando con miradas y acercándome más a ti, como antes, como siempre, mami, como siempre. Y recuerdo lo que me dijiste aquella última vez y ahora sí, ahora sí oigo el mar, a través de ti. Y ahora te lo regalo, todo, para que te acune y te rebose:


                                                                             E.P

jueves, 3 de febrero de 2011

POR AHORA

Se me ocurre que estás, de otro modo pero estás para que pueda preguntarte si lo hago bien. Y se me ocurre pensar en el motivo y en los motivos encuentro silencios que al escuchar me gritan que el tiempo me los dirá. Y dirás que por allí, tan arriba de todo, se nos ve a los seis mejor y mejor que nada me consuelan tus abrazos invisibles, calentitos, tan vivos de todo allí en la nada. Y se me ocurrió que al escribirte, mamá, te gustaría leerme y saberme casi bien y menos mal, al pensar que estás aquí, de otro modo pero estás. Se me seguirán apareciendo, tus recuerdos, cada día y me alegrará pensar que aun podré preguntarte si lo hago bien y podrás decirme, con un soplo de tus vientos, que sí. Gracias, porque nos haces tanta falta que, esta vez, me faltaron las palabras y me sobra lo demás

jueves, 27 de enero de 2011

HASTA QUE PUEDA

"Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti." John Donne,

jueves, 13 de enero de 2011

EGYPT

Decadencia e historia y el tiempo va y se para sin preguntar al viajero ni de dónde viene, sin importarle el lugar sobre el que posará sus próximos deseos y le conduce hasta cinco mil años de enormes atrocidades, llámenlas historia, se me ocurre así. Y así y no de otra manera las formas triangulares se pasan volando por planetas extraños hasta llegar al hoy, tras tantos vientos saharianos y tantas voces y tanto sudor para crear, piedra tras piedra, lo que ahora parece traído del cielo. Y se recorren las aguas del río que dio la vida al Este y vio morir en el Oeste la cultura milenaria peor conservada por el hombre del siglo XX, sí, ese que piensa en el ahora, ese que incinera por puro pragmatismo, ese que resultó del carpe diem, ese que es y no será porque no quiere ser visto y cubre a sus mujeres sobre libros sagrados. Y ese río, cuyo nombre me evoca tantos recuerdos de mi infancia, te embriaga y te contamina de artes y artimañas. Y allí estabas tú, sobre miles de años de historia, fumándote el tiempo, queriéndome tanto. Menos mal que vimos Egipto.

E.P

HISTORIAS DE SEMILLAS

Resulta que todo indicaba que aquel era el día. El día para que volvieran a reunirse, junto a una vela, bajo la luna llena, tras un eclipse, dejando atrás aquella playa lusa, con la ilusión de que los astros se posaran sobre su signo y todo indicaba que aquella era la noche. Y así lo hicieron, derramaron cera e incienso sobre la mesa roja de Ikea y tres eran tres las semillas de judías que apretaron sobre sus manos mientras pensaban en todo lo bueno que el año les había regalado. Y fue mucho, fue. Y con algodones empapados en agua corriente las envolvieron y desearon que volviera a repetirse con aquella luna y aquella luz de luna llena y llenas de grandes deseos las dejaron germinar. Y fue en una noche, un mes más tarde, noche buena para la tierra, en la que se vio la luz asomar por primera vez en los ojos del pequeño que germinó, como aquellas judías negras, para enfrentarse a tantas noches buenas de luna llena y eclipses fatales y con los astros en su signos comenzaron a vivir, de nuevo, bajo la cera y el incienso sobre la mesa de Ikea. Bienvenidos

E.P

lunes, 10 de enero de 2011

SÉPTIMUS

Una mañana, o una tarde, a eso de las 20 h., Séptimus cruzó la calle camino de la tienda en la que había olvidado comprar lo que nunca venderían en tiendas como aquella. Cuando puso su pie derecho sobre el adoquín descambalachado por algún carruaje que horas antes recorría la misma calle en la que ahora se encontraba Séptimus, sintió que el cambio de aires no le había sentado nada, pero que nada bien. Pienso en aquella tienda, se dijo, y creo que llegaré tarde, seguramente ya la habrán cerrado cuando consiga sacar mi mocasín de esta mierda de calle olvidada. Y así fue: descalzo y sin ganas, cojeando y con menos ánimo que el que tenía a las 19 h., Séptimus llegó al bizarro escaparate de la tienda de relojes de la calle sin nombre y antes de que pudiera hacer caso al cartel de push ya había desaparecido la luz en la calle y el cartel de cerrado le llevaba a lo que hacia un momento, justo cuando dejaba olvidado su calzado al otro lado de la calle, había intuído: estos nuevos aires no me sientan nada, pero que nada bien. Y sacó su billetera y con su  pluma dejó escrito sobre uno de los billetes de tren que aun no había utilizado y que tampoco tenía muy claro porque había comprado: mañana será otro día, lo dice el tiempo y lo marcan cada uno de los relojes de la tienda que ahora me da la espalda y a la que, una vez más, no he logrado llegar a tiempo.
Y Séptimus volvió al otro lado de la calle, recuperó su mocasín, lo colocó sobre su cabeza y camino, aquella tarde o aquella mañana, en busca de aquella tienda en la que había olvidado comprar lo que nunca venderían en tiendas como aquella.
Y es que todos, alguna vez, nos hemos sentido un poco Séptimus.