jueves, 8 de abril de 2010

LA MEMORIA DEL CORAZÓN

Y ya lo dijo Gabo y yo así lo siento. El corazón tiene memoria y es, aunque incomprensible, esa que hace que los recuerdos nos transformen y nos hagan evolucionar. Porque la razón, y ahora me acuerdo de Cervantes y otros, es la sinrazón que enflaquece la cordura de aquel que cree sentir lo que recuerda como único. Y esa nos vuelve locos de recuerdos transformados; pero el corazón, tan olvidado de neuronas y sinapsis, nos mantine vivos de existencias en cada latido y en cada arritmia. Y contumacias mías y de otros que lo imaginemos en un puño o que lo hagamos saltar hasta extasiarlo, embelesando los momentos que nos hacen estar más en pie y más al frente. Hagamos más caso al corazón y menos a la memoria estructurada de las razones estúpidas y encasilladas a cortos o a medios plazos; que no se trata de olvidar o recordar si no de sentir y vivir lo que creemos y es así, sin pragmatismos, como el corazón nos habla. Y es que el idioma es sabio y en francés apprende par coeur, no es más que memorizar, y al fin y al cabo: aprender con el corazón. Y gracias a este artificio, logramos sobrellevar el pasado.

MI D.F

Horas de vuelo para llegar a la inmensidad de tu viento entre volcanes y la nada se rompe. Hemos llegado, la temperatura es de 18 º C y son las seis de la mañana, a una altitud de 2240 metros. Recorrerte es un misterio, la sensación de ahogo contrasta con el acogimiento de tus calles verticales y tus edificios inclinados por sabe dios qué extraña fuerza hasta vomitar en el Zócalo y sentir bajo mis pies a Texcoco,y todo se tiñe de sangrientas historias en las que participamos los que ahora te queremos. Por eso me dejo llevar por tus aceras con la certeza de que has perdonado sin dejar de recordar el olor a copál que limpia y purifica. Y paseo por Reforma desde tus tres culturas hasta Chapultepec, cena en Coyoacán; me gusta tu diversidad, tus grandezas y tus sonidos, tu olor. Y nada como verte desde los ojos del que ya te visitó y vuelve y disfruta, tan bien acmpañado, de tu cultura, de tu noche (sin olvidar que los recuerdos de Brasil están cercanos), de esa obra de teatro, ese concierto en la azotea y esas chelas recorriendo los tejados y las terrazas de tus entrañas. Y comprar un libro en Condesa y recordar los versos de aquel que me sedujo, Efraín Bartolomé. Y sintiendo a Arreola, nos confabulamos entre letras de otros y hojas de papel gastadas.
Y es que atrapas, de verdad, y quiero volver a ti.

E.P