lunes, 16 de abril de 2012

MAÑANA

He tenido que buscar el significado de esa palabra en el diccionario para seguir leyendo aquella entrevista tan inquietante que había retenido en mi Ipad el domingo para releerla con tranquilidad, para saborearla. Apenas unas páginas y unas buenas preguntas, de esas que radiografían, son necesarias para conocer a un tipo que hasta entonces era invisible y que resulta tiene que aportarte más de lo que imaginas para continuar el día soñando, viviendo casi con lo necesario, apreciando la importancia de una sonrisa y de dar los buenos días aunque sea en mitad de una multitud de funcionarios atareados por llegar a tiempo al último bizcocho de la bandeja del desayuno. Y así, con ello aprehendido, me he recorrido Madrid de una esquina a otra buscando con quién compartirlo. Son ese tipo de cosas que uno hace habitualmente los lunes... He llegado a casa, ya tarde, y he vuelto a leerlo, para terminar el día igual que lo he empezado, y he vuelto a buscar esa palabra para no olvidarla, para que se me aparezca, entre las sombras, cuando la noche llegue. Y he vuelto a marcar esa página en mi Ipad para recordar que debo volver a leerlo, mañana.

jueves, 12 de abril de 2012

DON RAMÓN

Esta mañana estaba más cansada de lo habitual y, al escuchar en la radio esa canción de los Ramones, me he venido arriba. Había pan para tostar, la aceitera estaba llena y pude meter el exprimidor en el lavavajillas listo para comenzar con el programa de lavado. El agua de la ducha salió caliente enseguida y tenía clarísimo lo que me iba a poner. La mañana iba de perlas por lo que evité sintonizar todo aquello relacionado con el euro. 

Al salir a la calle me crucé con un tipo extraño que me recordó a ese profesor de física y química que no prenunciaba la r y siempre mantenía el mismo tono de voz, le observé junto al semáforo en rojo, permanecía de espaldas a mí, ajeno a mi radiografía, dudando si cruzar o no, en uno de esos eternos pasos de peatones, en los que nadie quiere quedarse a medio camino por miedo a ser arrollado por algún loco mientras espera, de nuevo, a que se oiga el silbido del pajarito. Sus zapatos, más bien zapatillas de esas de suela de goma que respira, bailaban entre la acera y la primera franja blanca del paso, en un ridículo ahorasí ahorano. Recordaba sus lecciones horribles de formulación y la interminable tabla periódica con los gases nobles y me venía una y otra vez su magistral monotonía y aquella bata blanca con un manchurrón de café a la altura de cuello y lo imaginaba pidiendo café con chuggos pog favog. Su pie izquierdo se decidió a seguir al derecho con ambidiestra maestría y yo también avancé, como imantada por sus pasos, hasta el borde de la acera, y observé su enorme trasero balanceándose hacia la isleta central que dividía ambos sentidos en pleno Doctor Esquerdo, con su denso tráfico, en hora punta, esquivando primero una moto y, más tarde, un taxi. 

Creo que me alegré de su victoriosa llegada al otro lado, a pesar del bocinazo del autobús. Nunca sabré si era o no quien yo imaginé pero sí sé que escuchar a los Ramones a las 7 de la mañana hace este tipo de cosas.