viernes, 29 de enero de 2010

5.

cogitabundo, da. (Del lat. cogitabundus).

1. adj. Muy pensativo.


Cada noche, al llegar a casa, revisaba su buzón de correo y permanecía cogitabundo sin saber si su vida era realmente la que en ese pequeño lugar se escondía o la que había vivido durante las horas que había permanecido fuera de su casa.

2.

zoótropo.(De zoo- y el gr. τρόπος, vuelta).


1. m. Aparato que al girar produce la ilusión de que se mueven unas figuras dibujadas, a causa de la persistencia de las imágenes en la retina.


De chico tenía la ilusión de navegar por rumbos diferentes a los que aparecían en sus libros de la escuela. Seguro que los hay y seguro que puedo descubrirlos. Se repetía cada mañana al abrir el cuaderno y contar tres cuadritos a la derecha y otros tantos hacia abajo antes de escribir la fecha.

Ya pasados los años, las fechas se perdieron en los cuadros y las ilusiones se giraron en olvidos y los lugares por descubrir fueron descubiertos por otros que nunca fueron a la escuela.

1

palabra (Del lat. parabŏla).


1. f. Segmento del discurso unificado habitualmente por el acento, el significado y pausas potenciales inicial y final.


En el bosque de las palabras los verbos cuelgan bocabajo de las ramas de los árboles luchando contra la gravedad. Cuando el verbo maduro, viejo, cae del árbol se eleva, flotando, hasta la inmensidad del cielo. Es entonces cuando las nubes lo acogen y desprenden, en forma de versos, las palabras de los poetas que un día nacerán. Mientras tanto, desde la tierra fértil, se amontonan las historias para ser contadas al calor del fuego.

SOMOS UNOS PRIVILEGIADOS, ¿O NO?


Desde hace unos años gozo del privilegio de pronunciar esta frase que ya ha pasado a la historia como la frase que hay que repetir en esos momentos de gloria. Los que me conocen, bien lo saben, y ya ríen al escucharla.

Sentados en cualquier sitio, sin dejar que el tiempo nos afecte, empapados en ese silencio cómodo, agradable y, ahí va: somos unos privilegiados. Charlar, tranquilos, viendo pasar con lentitud la prisa en la que parece estar inmerso el resto del mundo, imaginar que salimos fuera y está el mar en Madrid y, ahí va: somos unos privilegiados. Saber disfrutar de esos momentos pequeños, de amistad, de gloria, de risas y decidir salir de casa a las dos de la mañana, porque sí, porque nos apetece y nos espera el resto del mundo y, ahí va: somos unos privilegiados. Saber dedicarnos tiempo y dedicar tiempo a quien nos quiere, no ser esclavos del trabajo pero disfrutar trabajando cada día, dándolo todo y recibiendo aún más y, ahí va: somos unos privilegiados. Movernos a donde nos apetezca, sin fronteras, sin preparativos, sin maletas y con la ilusión de un iniciado explorador con la mejor compañía y, ahí va: somos unos prvilegiados. Ver en cada atardecer el principio,  nunca el final; y en cada amanecer, el final del día anterior y, ahí va: somos unos privilegiados. Flotar en las aguas turquesas de esa isla y reir a carcajadas viendo la vida pasar, en calma y, ahí va: somos unos privilegiados. Planear la próxima tarde, improvisar el minuto siguiente y, ahí va: somos unos privilegiados

A mis amigos

BUENOS AIRES


E.P

Hablando de ciudades decadentes, Buenos Aires. Buena palabra para tus mil vientos. Y resulta que te vio allí, pequeñito, desde lo alto de un faro y decidió visitarte. Y así, llegó en barco desde Montevideo, dejando atrás a los que supieron volar por el río de la Plata. Se perdió en Santelmo, en sus calles abiertas al arte y al baile. Recorrió la Boca y recitó versos perdidos. Los versos de los que supieron mantener la mirada fija en aquella luz intermitente. Y Buenos Aires acoge, a todos, sin distinción, en el anonimato. Mucho tienes que hablar para que me olvide de lo que hay allí enfrente. Que no es por desmejorar, pero es que llegó con la frente marchita y el corazón renovado. Y voló a Madrid desde Buenos Aires (gracias a ti, capi) y la ropa mojada de añoranzas que sí sucedieron, esta vez sí. Puerto Madero, mi barco volverá. Pero desde el otro lado. Y al llegar a la Plaza de Mayo le dio..., y al gritar allí estaba y no volvió más.

Hablando de ciudades decadentes...

S

S es la ciudad perdida a la que llegan las falsas esperanzas. Cuando pones tus pies en ella, un lodazal te cubre hasta la cintura sin dejarte ver por dónde caminas. Es una ciudad virtual, falsa como lo son las palabras sin sustento, destructivas y repetidas. S tiene varias caras: es por un lado una ciudad decadente y por el otro, un submundo de locuras y frustraciones. Es la tristeza hecha ciudad, una invisibilidad doble y opaca al mismo tiempo. Escapar de S  no es sencillo, normalmente es otro viajero, uno que ya estuvo, el que te indica el camino de regreso, doble y tergiversado. Cuando vuelves a tu nave y observas desde la lejanía del horizonte sin luna a S, descubres la ruindad de su esencia en la que difícilmente podrá llegar a desarrollarse la vida. S se torna cutre y abigarrada. Pasa de ser un sueño a la peor pesadilla y el alivio de sus enrevesados caminos se convierte en sencilla huida cuando te alejas. Sientes decepción y tiembla la vela en la botavara con urgencia por navegar. ¿Realmente estuviste en ese oscuro lugar? Sí, estuve allí, pero gracias a un azul intenso he logrado regresar y poder contarlo. Ahora la recuerdo con el alivio del viajero que despierta de una tempestad y preparo mis maletas hacia la ciudad que me espera en mi próxima andadura, con la mente más sabia y más despejado el corazón; los rencores los dejé en alta mar.