martes, 3 de noviembre de 2009

DE RÍO A SAO LUIS

Gran ciudad, decadente. Olímpica. Ganadora. Los cariocas son increíbles, amables y hospitalarios. Sucede que me he enamorado de tus barrios: Ipanema, Copacavana, Leblón, Botafogo, Lapa y especialmente de Santa Teresa que tanto me recordó a mi Alfama. El Morro de Urca, el Pao de Açucar y el Cristo de Corcovado, desde estos lugares es imposible no quererte, a tus playas, a tus barrios agolpados entre montañas y mezclados con lujo y miseria. Las Favelas: haciéndose fuertes entre grandes edificios de oficinas y mezclando de colores los verdes paisajes de Río, escalando entre el lujo y la miseria. ¿Que me llevas a ver una? No, bonito, yo no he venido aquí a eso. Mezcla de razas y un gran abanico de olores y colores. El océano te invade, Río, y Río me atrapa, me empapa de dulce cachaça. Menuda resaca. Ayer tomamos mucho en la Laranja. Y te compro el Quijote en portugués, que sé que te gusta. Más a mi y no pienso hacer el calambur que esperas. Y el que espera, desepera. Sé que tengo que volver. Te siento mía, Río. Otro avión. Inmenso país. Sao Luis. En busca del rayo verde. Un día más. ¿Café? Está cerrado. ¿Cafetinho? Te acompaño. Te enseño la ciudad. Samba y más samba. Mejor no hablamos. ¿De qué? De nada. De que viviría aquí. Hola. Mezcla de raices. Te huelo, Amazonas, te siento en Belem. ¿No hablamos? Bailamos y esperamos a la luna. Aquí, impresionante. ¿Te parece? Te pareces a mi alma. África. Brasil. Y llego al Paraíso. Aquí empezó todo, seguro. La luz me ciega. Tu manto blanco, entre lagunas turquesas. Sahara, te recuerdo desde aquí, pero esto es increíble. No te pongas celosos. Rodamos y rodamos y rodamos y rodamos y nos empapamos en esta maravilla. No tengo palabras para describirte, no tengo fotos para recordarte, te guardo aquí, en mi alma. Me has cambiado, Maranhao. ¿Y ahora a dónde voy yo? La cruz del Sur. La estrella Polar. Un trillón de estrellas, desde un barco. Esto no está mal. Gracias, Brasil. Volveré a por lo que me dejé.

SMARA


E.P

Atardece en Ifni. Un camello se cruza en el camino. Una gasolinera abandonada y el depósito alarmante. Suerte Loca, eso sí. Y allí, junto al mar, sentimos el lamentar de todo un pueblo. Dormir acunados por las olas que rugen llevándose consigo, hacia dentro, muy adentro, los corazones de los que buscan mejores lugares con falsas esperanzas. Banderas absurdas, capitanes falsos y faros sin luz. Para qué. Kilómetros de playas hasta una frontera imaginaria en la que vivió un principito que tuvo que huir a las estrellas para buscar su lugar, sin saber que el lugar de los que huyen es su propia miseria. Por eso se quedaron ellos, los que pudieron. Los que no, luchan. Continuamos, más allá. Tierra de nadie, de olvidos y olvidados, lugares donde hay un único idioma y un lenguaje ambiguo y encerrado, secreto. ONU. En cada esquina, con el casco en su brazo, junto al arma. Alarma. ¿No estarán hablando de política? Los niños juegan al balón por las calles de Smara. Todo parece tan familiar. Lo fue. Lo olvidamos. Nadie quiere recordarlo. Para qué. Hammada. Inmensidad donde un día hubo mar. Controles militares. Trabajo. Pasaporte. Maletero. Vete a la mierda. Partido de fútbol, en la playa, sin distinciones. Atardece. Tan-Tan y a casa. Jalihanna, desde aquí no te olvidamos. Este años los reyes no vienen de Oriente.

SICILIA



E.P

En barco. Por la Eolias, desde el Tirreno. Palermo, bellísimo. Sobrevolarlo y sumergirse en su mercado, en sus calles, en sus miradores. Jugar a encontrarse en la cappella Palatina. En esos sitios no se corre. Lo sé, pero qué bien lo pasamos. Corleone, que me acuerdo de ti. En coche, qué locura, de arriba a abajo. Alrededor de un lago. Delfines saltando en Messina. Me enamoré de la primera, me sedujo la segunda y me volvió loca la tercera de tus partes, Coppola. A ver si se entera y no mete más la pata, capitán. Dieta mediterranea, de la buena. Belleza de tres culturas: viento de grecia, huracán de África, un soplo latino, ojos verdes, ardores del Etna. Rugidos y amenazas, aquí nos jugamos el tipo. ¿O no? Brucia la luna, volar en Vespa por Taormina - brucia la terra mia-al amanecer y marcharnos sin ver lo que estaba escrito. Bañarnos en un mar azul de piedras blancas, acantilados albinos. Preparar ñoquis mientras suena Mascagni, al anochecer. Perdernos y Palermo. Cenar en la playa. Me lo guardo para cuando volvamos e ju bruciu d’amuri