martes, 3 de noviembre de 2009

SMARA


E.P

Atardece en Ifni. Un camello se cruza en el camino. Una gasolinera abandonada y el depósito alarmante. Suerte Loca, eso sí. Y allí, junto al mar, sentimos el lamentar de todo un pueblo. Dormir acunados por las olas que rugen llevándose consigo, hacia dentro, muy adentro, los corazones de los que buscan mejores lugares con falsas esperanzas. Banderas absurdas, capitanes falsos y faros sin luz. Para qué. Kilómetros de playas hasta una frontera imaginaria en la que vivió un principito que tuvo que huir a las estrellas para buscar su lugar, sin saber que el lugar de los que huyen es su propia miseria. Por eso se quedaron ellos, los que pudieron. Los que no, luchan. Continuamos, más allá. Tierra de nadie, de olvidos y olvidados, lugares donde hay un único idioma y un lenguaje ambiguo y encerrado, secreto. ONU. En cada esquina, con el casco en su brazo, junto al arma. Alarma. ¿No estarán hablando de política? Los niños juegan al balón por las calles de Smara. Todo parece tan familiar. Lo fue. Lo olvidamos. Nadie quiere recordarlo. Para qué. Hammada. Inmensidad donde un día hubo mar. Controles militares. Trabajo. Pasaporte. Maletero. Vete a la mierda. Partido de fútbol, en la playa, sin distinciones. Atardece. Tan-Tan y a casa. Jalihanna, desde aquí no te olvidamos. Este años los reyes no vienen de Oriente.

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