martes, 31 de agosto de 2010

LUGARES COMUNES

Existen lugares comunes para todos, donde encontrarnos aunque no estemos y ver lo que no está visto por nadie. Lugares comunes, aquí y allá, en los que el tiempo que hemos pasado juntos se vuelve mañana. Y ahí estamos, sin deficiencias, imponiéndolo todo en la Nada y encontrándonos en esos lugares comunes que Luppi tan bien describe. Y aunque el desastre se cuele por la ventana de mi casa, habremos llegado a esos lugares porque hemos querido llegar, porque hemos hecho lo que nos ha dado la gana y yo, por mi parte, seguiré con lo mismo, cada día, porque es una meta que me propuse, porque es lo que nos gusta, porque si no no merecería la pena enumerar, como Woody, esas pequeñas cosas que hacen que valga la pena y más que pena es alegría y ganas de vivir. Y en mi día a día hago eso: esforzarme por ser más yo, con mi día a día; y en mi noche a noche sueño con ser más tú, con la ventana abierta para que todo salga volando. Y en una primera inmersión, porque me lancé, vi que tanta razón tenías como la que yo tengo. Que las palabras nos embotellan y nos lanzan al mar. Prefiero los silencios.
Y es en esos lugares comunes, que no están ni aquí ni allá, donde espero. Y siempre podría ser peor: podría llover...

domingo, 29 de agosto de 2010

LA VUELTA AL COLE

Como me jode (perdón, o no, qué coño) que anuncien en la M30 que comineza el cole y menos mal que la tele ni la enciendo porque hoy me ha dado por ahí y lo primero que me encuentro es a un montón de niños vestidos de rojo anunciando que esto se termina y que muchos de vosotros tendréis que dejaros los cuartos en libros de texto y en lápices y en esa regla de x centímetros (qué más dará, digo yo) y en papel transparente y en esa mochila de ruedas tan molona. Puag. El caso es que no me quejo, pero me jode, qué voy a hacerle.

Con lo bien que estaba yo en aquella playa repleta de un magnetismo bestial, influencia o no de ese volcán tan activamente inactivo. Recordando a mi Saramago, al que fui más tarde a buscar hasta Portugal.  Sí, se estaba muy bien con Serafín arriba y Serafín abajo, tan azulito y tan mono.

Y como haia calor, tuve que ir a Vizcaia a buscar algo que dejé hace unos seis años en lo alto de un monte desde el que se veían y se ven las ilusiones de una tierra y los deseos de todo un mar, pasando por aquellos verdes y regalando a Hesse en la cima del primero de tantos que coronaríamos este verano. Y la niebla casi me lo impide pero todo, como en la vida, si se quiere se corona. Y allí que llegamos mis dos aventureras favoritas y la que se empeñó en que había que llegar y que de bajar ya se hablaría.

Supongo que al volver a la Nada despues de aquello todo estaba más claro que antes y decidí que el viaje que comenzaría días más tarde sería (sin saber muy bien porque) muy importante. Y lo fue. Aún no puedo escribir sobre él porque hacerlo sería dejarme el alma en este pedazo de irrealidad y no es plan. Me ha atrapado y aun no se me ha salido de ahí dentro. Cuesta, cuesta, Senegal, me cuesta olvidarte.



Y tal vez fue esto lo que me empujó de Madrid hacia el Oeste, envuelto en llamas. Y allí encontré otro lugar en el que quedarme para siempre sin olvidar la Nada, que me sigue allá donde voy. Y fueron tan sólo cuatro palos clavados en arena blanca y un faro, con sus doce segundos de oscuridad (mira que son tozudos los faros y que me sigan gustando tanto), y el sol poniéndose sobre ese mar tan cabreado con todo y tan acogedor y la luna llena encima de mi cabeza vacía de todos los malos rollos, porque ardieron en la hoguera y porque son un auténtico lastre en la vida de cualquiera.


Y sí, la vuelta, y anda que no habrán crecido mis chicos..., seguro que, como yo, se la han pasado buscando el rayo verde en cada playa..., qué mala influencia somos los profes. Y seguro que se han enamorado y seguro que se han ahogado de verano y de lunas y de soles y de todo lo bueno que tiene no ir al cole durante dos meses. ¿Qué no?