miércoles, 22 de diciembre de 2010

OTRO REGALO

Cuando se acerca la fecha, normalmente unas horas antes, me invade una nostalgia típica. Nos pasa a casi todos, lógico. Y luego pienso que más que un año más, pasado, es otro el que viene. Y también pienso en esa canción y en ese lugar. Y se conoce (cada día me gusta más esta expresión) que por eso nos da por ese ritual extraño y atragantante que cada año me vuelve loca lograr cumplir y que, en los últimos, lo llevo a puerto tarde o pronto y resulta que, más que mala suerte, cada día me trae mejor saltarme a la torera el que sean doce y el que sean tras los cuartos y seguidillas. Pues sí. Y luego están los choques de vidrios repletos de bebida franchute o catalana (sin desmejorar, que con un buen pez esta que escribe se chupa los dedos) y los besos y los abrazos y el primer anuncio que este, sin duda, será el de alguna cerveza recordando el mundial y sus alegrías ya casi olvidadas, que como nos pongan uno de bancos (como era costumbre en otros tiempos) igual entramos con el pie izquierdo. Pues sí, y las fiestas, las barras libres y los libres en las barras y petardos, dónde cojo yo un taxi a estas horas... Que no, que no, que así no me extraña que nos invada esa nostalgia que más que por lo que dejamos nos entra por lo que se nos viene encima. Este año, como otros tantos, brindaré y me tomaré un turrón en las áfricas, en vaqueros, y recordaré esa canción y aquellos lugares y me centraré en el que estoy o estaré y en lo que se me avecina, que será mejor, si cabe, que lo que ya he tenido.

Feliz año a todos

jueves, 16 de diciembre de 2010

FRAY PERICO A SUS TREINTA

Han pasado treinta años. En esos treinta he leído, he vivido, he reñido y he reído y, por llevar la contraria, he escrito. Y fíjate que pensé que no eran tantos desde aquella tarde en que me sumergí en la prosa tan de versos en la que aquel fraile despistado cuidaba de su huerto y tenía su burro y yo me relamía con las rimas de Juan Muñoz y con el chocolate de Fray Cucufate..., treinta años. Y ójala fuéramos niños, otra vez, para poder vivir con él sus travesuras y sus bondades y que los niños que llevamos dentro las redescubran y los de ahora, esos niños de la Wii, que lo abran y lo conozcan, que eso es sano como el campo y las berzas. Y es que no nos extrañaba que Fray Olegario, el bibliotecario, tuviera más de cien años; yo lo imaginaba allí, sentado y vestido con su saco marrón, rodeado de libros tan grandes como las campanas de Fray Balandrán. Y qué nombres y qué vidas las de aquellos monjes a los que no les faltaba más que ser libro y lo fueron y lo siguen siendo treinta años después.
Que hoy los cumple el libro que nos hizo ser tan niños tanto tiempo. Yo, para no perder esa sana costumbre, pienso volver a leerlo.


jueves, 9 de diciembre de 2010

SALVEMOS PUNTA BANDA, POR EJEMPLO


Porque resulta que todos hablamos de cambios climáticos y de climas cambiados de estaciones locas y a veces, solo las más, nos olvidamos de los cambios que, esos sí, seguro, se producen de la mano de la absurda ambición de unos cuantos.

Y podríamos empezar a enumerar lugares y paisajes y resulta que no hace falta salir de casa para que te cuenten cómo era hace veinte años y cómo es ahora. Resulta que no voy presumiendo de eco-, pero hay lugares que sufren del mayor genocidio (y sí, utilizo bien esta palabra aunque no me refiera exclusivamente a grupos sociales); uno de ellos es el que ocupa el título en esta entrada. Lo conozco recientemente y aunque el exterminio, como siempre, comience en la tala de unos muchos, repercute, como no, en la economía de unos cuantos. ¿Por qué? Pues no lo sé. ¿Alguien es capaz de responder? El caso es que seguimos viajando para hacernos la foto, para pasar seis días en la otra punta del planeta y para colgar nuestras fotos en cualquier página y, aunque no voy a citar nada de Kapuściński porque ese placentero Encuentro lo dejo para Otro día, sí pido responsabilidad y al menos algo de conocimiento cuando nos movemos por casas ajenas, que no quiere decir que no tenga que recordármelo a mi misma cuando inicio un viaje o cuando salgo de casa.

Vamos, que empezando por Benidorm y terminando por la deforestación del Amazonas estamos bien cabrones, como dirían los de este paraíso mexicano.

Ahí os dejo, al menos, un enlace a Punta Banda: