domingo, 17 de enero de 2010

QUITERIA

Siempre te recordaremos, todos, siempre. Porque estuviste ahí, con esa sonrisa, con esa paz que transmitía tu rostro sin arrugas y tus manos y todo tu ser. Siempre recordaré tus comidas, aquellas judías en vinagre que nadie más supo cocinar y la sopa de tomate que tanto le gustaba a la abuela. Y cuando veías los partidos de fútbol y gritabas en los penaltis sin saber muy bien el porqué. Y recordaré las tardes en Valverde cuando había tormenta y nos hacías apagar la tele y las luces y te sentabas en una silla de madera y rezabas con las manos entrelazadas y apoyadas en el respaldo. Y yo te miraba y pensaba que se acababa el mundo entre trueno y trueno. Debo decirte que no lo he superado. Y cuando nos llamabas bandido debajo de la escalera al oírnos llegar a casa por la noche, tarde y sigilosos para no desperta a nadie. Y cuando me llevabas al lago, en Madrid, y me comprabas algodón  íbamos al Corte Inglés y yo te susurraba los precios de todo. Y jugábamos a la brisca y al cinquillo apostando las pesetas que tú me dabas antes de cada partida. Y las coplas que cantabas cuando estabas en la cocina y abrías el horno y sacabas una patata caliente y en un golpe la partías por la mitad, le ponías sal y nos la comíamos.

Y siempre recordaré el día en que te fuiste y te sentaste y ya no te pudiste levantar.

(Jichita, continúa esto...)

TOMMY

Debía de ser muy pequeña porque apenas recuerdo cómo apareció o si estuvo allí siempre. Medía unos quince centímetros y me susurraba al oído desde mi hombro derecho. Tuvimos largas conversaciones por los rincones de aquella casa que recuerdo grande y llena de juegos y risas. Todos sabían de su existencia, eso creo, y para mi era evidente que Tommy, este era su nombre, formaba parte de los Prieto.

Un buen día, la familia aumentó por quinta vez y Tommy decidió irse a los USA a estudiar, concretamente a Texas donde vivía su primo, en un rancho con búfalos y caballos (así lo imaginaba yo que por aquellos años tenía cinco primaveras recién cumplidas). La despedida fue triste pero necesaria. A los pocos meses nació mi hermano pequeño y nos mudamos de casa y de sueños.

Hace unos meses, estando en Asturias con unos amigos, recordábamos historias de este tipo y cuando les hablé de Tommy todos reían. No, no estoy loca, era mi amigo invisible y ahora es el primer protagonista de mi ciudad invisible. ¿Algún problema? Más de uno terminó por confesar historias peores (no las publicaré aquí, tranquilos) Y no es que necesitara tener amigos invisibles, en aquella casa era imposible que un niño se sintiera solo entre tanto hermano y tanto animal (perros, pájaros, tortuga, oruga...). Simplemente creo que era esa necesidad que ahora me vuelve de volcar mis sentimientos e imaginaciones en algún lugar solitario. Y es que: ¿qué diferencia puede haber entre un amigo invisible y este blog?

MIS CIUDADES INVISIBLES

Recorriendo Las Ciudades Invisibles me encuentro tan perdida que no sé si realmente etoy en las calles y en las fuentes de cada una de ellas o sigo en mi Madrid.

Buena intervención de Mónica que me hace reflexionar: ¿son estas ciudades la descripción de mujeres que ha habitado Italo Calvino? Añado que no sólo son mujeres, son vivencias, sentimientos, estados de ánimo cambiantes, lugares de encuentro con uno mismo y con otros, son reflexiones y recorridos, son la magia de encuentros y desencuentros, son afirmaciones y sueños, pesadillas, peleas, borracheras, risas, juegos de mano, silencios, son la verdad de un camino baldío, la risa, la primera vez, lágrimas, amores y desamores, palabras. Son uno mismo en un viaje hacia ninguna parte en el que (y aquí recuerdo a R. L Stevenson, Tusitala) lo importante no es llegar, sino ir. Y allá voy yo.

Y con esta teoría me aventuro en mi mundo y en mis ciudades, mis viajes, los lugares que ya he recorrido y los que aún debo recorrer, o no.

Abro una nueva entrada en este pedazo de realidad virtual: mis ciudades invisibes. Esero que os guste y que os sintáis reflejados porque en ellas, en cada viaje, está un pedacito de la gente a la que quiero.