miércoles, 7 de marzo de 2012

CARTAGENA DE INDIAS

Y es llegar a Cartagena y se te llena el alma de palabras bonitas y de personajes de esos tuyos, Gabo. ¡Cómo me gustas!, y cómo me gustó pasearte allí, de un lugar a otro, entre colores y naranjos, como en aquella plaza, aquella en la que nos dieron las doce sin apenas darnos cuenta. Y tus sabores y tu olor a mar. A Caribe, al cerúleo Caribe. Olor a sancocho y arepa de huevo, para almorzar. Eso es decadencia y renacer, todo juntito, como el buen arte, que sabe a vetusto y huele a fresco; como tú, ciudad hermosa. Y me siento en aquel lugar, viejo convento en el que un daikiri emborracha la historia de las muchas que allí se vivieron. Y te leo, después, en casa, y los personajes se me aparecen en tus libros como las personas desaparecen de la vida, a veces, cuando se van: dejando el fuerte recuerdo de las palabras y los hechos. Y creo que volvería hasta allí sólo para volver a pasar las hojas mientras el sol me quema y alguien me espera en Getsemaní, sólo para volver a ver, desde tu muralla, ponerse el Sol como la vida, ponerse y volverse la Luna loca.
Volvería, volveremos.

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