jueves, 16 de diciembre de 2010

FRAY PERICO A SUS TREINTA

Han pasado treinta años. En esos treinta he leído, he vivido, he reñido y he reído y, por llevar la contraria, he escrito. Y fíjate que pensé que no eran tantos desde aquella tarde en que me sumergí en la prosa tan de versos en la que aquel fraile despistado cuidaba de su huerto y tenía su burro y yo me relamía con las rimas de Juan Muñoz y con el chocolate de Fray Cucufate..., treinta años. Y ójala fuéramos niños, otra vez, para poder vivir con él sus travesuras y sus bondades y que los niños que llevamos dentro las redescubran y los de ahora, esos niños de la Wii, que lo abran y lo conozcan, que eso es sano como el campo y las berzas. Y es que no nos extrañaba que Fray Olegario, el bibliotecario, tuviera más de cien años; yo lo imaginaba allí, sentado y vestido con su saco marrón, rodeado de libros tan grandes como las campanas de Fray Balandrán. Y qué nombres y qué vidas las de aquellos monjes a los que no les faltaba más que ser libro y lo fueron y lo siguen siendo treinta años después.
Que hoy los cumple el libro que nos hizo ser tan niños tanto tiempo. Yo, para no perder esa sana costumbre, pienso volver a leerlo.


2 comentarios:

Ana dijo...

Qué bonito frailecilla!!!! Que todos los niños lean para que luego puedan escribir bovariadas así

alicia dijo...

Y yo que nunca lo he leído... Estaré a tiempo?