domingo, 13 de diciembre de 2009

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Hace muchos, muchos años, en el país de los silencios, vivió una niña de dos trenzas y ojos verdes que soñaba con ser viento y con ser mar. Las barcas, en la orilla, dormían abrazadas y la niña, junto a ellas, esperaba el amanecer.

Una mañana de diciembre el sol salió temprano y la niña despertó en las olas, con sus trenzas y sus ojos de cristal. No dudó ni un solo momento y preguntó:

- Sol, ¿me quieres?

- No como tú crees- le contestó.
Y la niña corrió por la playa con los ojos cerrados; rápido, tanto que ni el viento la oyó marchar.

Los días pasaron con penas y sueños y la niña de dos trenzas caminaba entre los bosques y se adentraba en la corteza de los árboles buscando la oscuridad. Pero una noche de luna llena, la niña volvió hasta el mar. Los pescadores calafateaban sus barcas y las mujeres cosían las redes. “Esta luna traerá buena pesca”, se decían unos a otros. La niña de dos trenzas alzó sus verdes ojos y miró a la luna llena. La luna, llena de niña, miró aquellos ojos y acarició las penas que escondían.

- El sol es así, pequeña.

Los pescadores, en silencio, se dejaban arrullar por las olas y se hacían cada vez más pequeñitos; la luna, cada vez más grande; la niña, cada vez más niña. Y se durmió el tiempo en el país de los silencios. Y despertó la niña por el sol y el sol por la niña.

- Sol, ¿tú me quieres?
- Ya te lo he dicho, niña, no como tú crees.

Y la niña lloró y corrió y gritó y rompió las conchas a su paso y se adentró en los bosques y se escondió entre los helechos. Y allí soñó con el sol y con ser mar y con ser viento. Y decidió no hablar nunca más. Y tuvo miedo.

Pasaron los silencios y los días y las noches y las lluvias. La niña ayudó a pintar de colores las casas del puerto: unas verdes, otras rojas, otras azules, otras lilas y amarillas. De este modo, cada vez que los pescadores llegaban de sus travesías en la mar reconocerían desde bien lejos cuál era su casa y en ella, su balcón y en él, a su amada y en ella, su vida. La niña no tenía sol, no tenía casa y no era más que una niña con dos trenzas y ojos tristes. La niña no quería ser marinera.

Aquella noche salieron todas las estrellas y en las olas y con la niña nadaron en el mar. Y no había luna, ni redes, sólo casas de colores con las chimeneas humeantes. El país de los silencios susurraba y el viento acunaba al mar, a la niña de dos trenzas y ojos verdes. El mar acunaba a las estrellas.

Y siendo aún de noche salió el sol.

- Sol, dime, ¿me quieres?
- No como tú crees, niña.
- ¿Y entonces cómo, sol nocturno?
- Más.

Y la niña pintó de azul una concha de la orilla para que el sol pudiera saber siempre dónde estaba su casa.

1 comentario:

Ana dijo...

jichita, qué preciosidad!!!!!