miércoles, 8 de septiembre de 2010

1. POR LA MAÑANA

Ana se lenvantó y decidió que quería ser mochilera. Se quitó el pijama de lunares y sin decir nada salió de la habitación y subió de puntillas por las escaleras hasta el desván. Allí se puso su traje de aventuras: un gorro verde, pantalón de rayas y esa camiseta que su tía le trajo de África y en la que aparecía dibujado un elefante devorado por una boa. Abrió la buharda y salió volando sin decir adiós.

Cuando había volado menos de un minuto y la casa se veía pequeña, se dio cuenta de que había olvidado su mochila y giró el cuello, primero, y después todo su cuerpo regresó como una bala hasta el tejado de su casa.  No tenía muy claros los aterrizajes, por lo que hizo un ruido tremendo al chocar contra las chimenea. Se puso su mochila roja y remontó el vuelo a toda prisa antes de que saliera el sol y notaran su ausencia.

Su abuela, mayor pero no sorda, no tardó en relacionar el sonido de las tejas con alguna trastada de las que Ana solía hacer antes de que amaneciera. Así es que, cerró los ojos, se tapó con la manta de ganchillo y decidió seguir durmiendo sin imaginar que su nieta había emprendido un largo viaje.

Todo empezó por la mañana, cuando Ana, después de aquel sueño, decidió ser mochilera y salir volando por el tejado de casa.

1 comentario:

alicia dijo...

El sueño de sueños... volare!
¿A dónde la llevarán los vientos?