jueves, 18 de febrero de 2010

I

Al llegar a I se despeja la mente y los colores inundan los inmensos valles que la cubren. El viajero debe llegar sin maleta, despojado de toda carga y dispuesto a tumbarse en su larga playa de arena blanca para esperar a la primera estrella. I es la ciudad de la libertad y el principio de todo viaje. Su atmósfera es limpia, tranquila y con un ligero aroma a jara y a tomillo. Miles de olivos se pierden en las laderas de sus montañas y  centenarias encinas observan el vuelo de los halcones. En I no hay construcciones que ganen terreno a la naturaleza. Una inmensa alfombra de margaritas cubre la entrada de un túnel repleto de luces blancas y cristales que repiten, una y otra vez, el ruido de las olas. I se deja arropar y acoge al viajero dejándole explorar sus caminos sin miedo a que este llegue a leer entre sus piedras las historias de un pasado. I está abierto a aventuras que vendrán de otros lugares lejanos, abierto a experiencias nuevas y cerrado a los silencios obligados y a las apariencias de los que le observan desde lejos envidiando sus rincones.

Llegué a I gracias a la marea del invierno y sé que en este lugar sin fronteras y sin futuros debo quedarme para siempre. Podría recorrerlo dejándome guiar por sus palabras y cambiar el camino de regreso al día siguiente, con la seguridad de no perderme, con la certeza de encontrarme en cada rama de sus árboles. I te habla desde su cielo estrellado y confía en la sabiduría o en la ignorancia de quien lo visita.

I es la ciudad sencilla y deseada.

2 comentarios:

Ariadna dijo...

Aquí si que me quiero ir de vacaciones...Si I es la ciudad definitiva

Mr. Sparxx dijo...

Bella, bella. No sé si una maleta pero yo me llevaría un saco de dormir por si acaso.