sábado, 5 de diciembre de 2009

ÑIQUIÑAQUE Y CALANDRACA DESDE EL MAR HASTA LA ORILLA

¿Ñiquiñaque?
¿Calandraca?

Está todo tan oscuro que casi no te veo, creo. Un, dos, tres. Magia. Pues sí. Te siento.

Así que decidieron, ante esta y otras muchas paradojas, abrazarse fuerte y quererse siempre.

¿Calandraca?
¿Ñiquiñaque?
¿Sigues ahí?
Siempre.

Y cuatro, cinco, seis. Un rayo de luna. Que para eso está redonda, llena, inmensa. Cállate, no seas pesado, y deja de dar la lata.

Y se durmió. Durmieron. Y Ñiquiñaque soñó con margaritas y lindos mares y Calandraca con océanos y corales y se encontraban en el tiempo y con el viento y hasta allí y bajo el agua, calentita.

Siete, ocho, nueve y diez. Tantos como se debían. Que no es deber el quererse, pero no está demás recordarlo. Porque entre sus sueños y aventuras se desvelaban abrazos y Ñiquiñaque enfermito de tanta poesía y tanto sueño y tanta agua y tanto monta, monta tanto, cayó rendido a sus brazos.

¿Calandraca?
Ñiquiñaque
MÁS

Y más que nada. Que si no me lo dices me lo creo y la líamos y nos perdemos entre besos y en abrazos. Y esto es pura ilusión, entre charcos de palabras y abracadabara que aquí estoy, a tú ladito. Pues ya sabes, no te vayas, deja el coche ahí aparcado, Ñiquiñaque, que lo vea y me lo crea.

Y se cierra el telón de los sueños y se abre el espejo de momentos y recuerdos y futuros y ya está. Que en esta aventura se colaron sin llamar, Ñiquiñaque y Calandraca, desde la orilla hasta el mar.




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